Enrique / García-Máiquez

Espinoso Espinar

Su propio afán

04 de noviembre 2016 - 01:00

UN libro maravilloso que quizá no valoramos bastante porque se estudia en el cole es El conde Lucanor. Leído por placer y con la experiencia de la edad, es una joya. He pensado que don Juan Manuel, su aristocrático autor, hubiese disfrutado con nuestra actualidad casi lo mismo que nosotros con su libro. ¿Recuerdan la historia del deán de Santiago? Fue aquél que convenció a don Illán, poderoso mago, de que le enseñara el arte de la nigromancia, prometiéndole un agradecimiento eterno. Don Illán lo hizo, pero, cuando acudía a pedirle algún favor a su beneficiado, se encontraba con excusas dilatorias y cada vez más destempladas. El final, ya lo saben, fue que todo era un sueño, un sueño probatorio, por el que don Illán demostró al deán de Santiago que no se merecía ese aprendizaje que suplicaba.

Muchas veces he soñado con el método de don Illán. Qué pena no poder aplicárselo a todos los pretendientes a políticos. Que con el sencillo trámite de un sueño pudiéramos ponerlos a prueba en situaciones de máxima tentación. Sin oportunidades, todos somos probos e intachables. Lo difícil es serlo instalado en el poder y con amplias zonas de penumbra a tu disposición. Se ha comprobado miles de veces, pero cuando ya era tarde y se había robado lo suyo o malversado o abusado del poder o incumplido la palabra dada. ¡Quién tuviese las artes de don Illán! ¡Cómo beneficiarían a la república!

Sin embargo, don Juan Manuel me aconsejaría que no me queje tanto, porque la información, la hemeroteca y el cinismo amnésico de nuestros políticos hacen con creces las funciones de los encantamientos de don Illán. El espinoso caso de Espinar es un ejemplo de libro que habría hecho las delicias de Patronio y de su patrón el conde Lucanor. Ahí tienen a alguien clamando contra la especulación de pisos de vivienda protegida cuando había especulado con pisos de vivienda protegida. Había protestado contra los pisos vacíos que se tenían para su venta y nunca jamás habitó el piso que vendió.

Cierto que corrupción hay en todas partes y de más dinero y más oscura. En el PP también, me apresuro a recordarles antes de que me riñan por no recordarlo. La singularidad de Espinar es que tiene la simetría perfecta de un cuentecito moral de El Conde Lucanor, como el "De lo que aconteció a un deán de Santiago con don Illán, gran maestro que moraba en Toledo", pero sin sueño, en realidad y con años de adelanto.

stats