La esquina
José Aguilar
Que Sánchez mueva el culo
La firma invitada
Neuilly-sur-Seine es una pequeña población del área metropolitana de París donde Sarkozy ha sido, durante casi veinte años, alcalde. Pero la cuestión deriva hacia otros derroteros, hacia un joven cartero de treinta y cuatro años de esa misma localidad, licenciado en Historia, preparado, dicharachero, ágil en su discurso, activista político desde los catorce años, y que llegó incluso a ser el candidato a la Presidencia por su partido, la Liga Comunista Revolucionaria. Algo de ingenuo debe tener, por supuesto.
La Liga, la recordarán aquí los más viejos del lugar, es la misma que existía en España desde el año 1970 en que se fundó, hasta finales de los ochenta, dentro del grupo de los que seguían la llamada de la IV Internacional, celebrada en París en 1938, como escisión de la línea de León Trotsky, básicamente diferenciada de la línea oficial de los comunistas estalinistas en su deseo de considerar la Revolución Socialista como algo global, internacional y no solo nacional.
No es de extrañar que muchos de los que en su día fuimos trotskistas (me incluyo), hoy nos alegremos de que un joven político francés haya retomado la antorcha de la IV Internacional setenta años después.
Porque este joven cartero, Olivier Besancenot, es hoy día el político de izquierda francés mejor valorado en las encuestas, por encima de los dos posibles próximos candidatos del Partido Socialista, y muy por encima de el del Partido Comunista, las dos organizaciones tradicionales que han alternado con la derecha el gobierno de la República desde la Segunda Guerra Mundial.
La anécdota es algo más que una subida de popularidad de un activista joven, atrevido y que da ejemplo de radicalidad frente al discurso tradicional de una izquierda que ha gobernado y no ha cambiado sustancialmente las cosas, hasta dejarla en el colapso que hoy se encuentran, por ejemplo, los servicios públicos en Francia.
Olivier Besancenot viene a poner sobre la mesa un discurso que puede ser utópico pero contrastado con su lucha diaria entre su trabajo como cartero y su incansable labor como activista, algo que nada tiene que ver con la versión socialista e incluso comunista de los orondos diputados que se distancian cada vez más de la realidad social de lo que pasa en las calles parisinas.
Besancenot ha puesto en marcha la renovación incluso de su propia formación, con la creación de una nueva plataforma política, el Partido Anticapitalista, que integre a toda la izquierda renovadora francesa.
En la otra orilla, los partidos oficialistas permanecen lastrados de un aparato poderoso de cargos, carguitos y prebendas, pero cada vez más inútil, que gotea por la abstención en cada uno de los comicios electorales, y que ve cómo la gente se escapa a la "banda" del cartero con el pretexto de que algo nuevo, diferente, se mueve.
En España miramos de reojo a Francia, y vemos cómo los trotskistas de Espacio Alternativo, corriente que fue de IU, también han abandonado la coalición; a su vez, Almudena Grandes, en un reciente libro con Gaspar Llamazares, habla manifiestamente por la creación de un nuevo partido de izquierdas.
Hay ganas, muchas ganas, hay deseo de cambiar el panorama, pero es trabajoso y estéril dadas otras experiencias que terminaron como terminaron.
Es curioso que la internacionalización necesaria predicada por Trotsky hace setenta años, hoy recobra a la actualidad con otro nombre, antiglobalización. Y parece lógico pensar que es el tiempo del cartero Olivier, es el tiempo de la rebeldía, de las bases para cambiar la izquierda, porque lo que hay esta agotado y bien seco.
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