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Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
De poco un todo
HE nacido en Murcia. Mi madre es de allí y allá se iba a tener sus hijos, al amparo de su madre. Muy natural..., o eso parecía, porque ahora los hermanos nos pasamos la vida dando explicaciones a los que dudan de nuestro pedigrí autonómico o local aunque hayamos vivido de siempre en El Puerto de Santa María, de donde es la familia de mi padre. Peor lo tenemos Jaime, mi hermano poeta, y yo con las antologías de poesía andaluza, pues la denominación de origen cada día cuenta más en el Parnaso, y la nuestra es remota, oscura, exótica, en una palabra, murciana.
Esto, en principio, nos debería dar bastante igual. Pero, por principios, uno se empeña en hacer pedagogía. Rimbaud perdió su vida por delicadeza, yo veo que la pierdo por didactismo. Me obstino en explicar que, con independencia de mi nómada vida de nasciturus, la patria de los poetas es su lenguaje, y que soy tan vecino de José Luis Tejada, que es del Puerto, como de Eloy Sánchez Rosillo, que es de Murcia, como de Jorge Luis Borges, que es de Buenos Aires, si me permiten la triple vanidad. Además, en otro orden de cosas, tengo sangre vasca, montañesa y valenciana, y sería muy dulce si la tuviese portuguesa, que hasta dónde sé, no la tengo, pero me gustaría, como manchega, por don Quijote. También me harían una enorme ilusión al menos unas gotas de sangre judía. Esto le conté a un señor antólogo que me llamó para preguntar si era cierto que yo había nacido en Murcia y si eso no tendría ningún arreglo. Sólo le concedí que, hablando de acentos y costumbres locales, soy más de El Puerto que una ortiguilla, por si le valía. El hombre suspiró una rápida despedida y colgó, espantado. No me incluyó en su Antología Andalusí.
Ahora a los poetas se les está mirando también mucho el sexo. Por lo de la paridad. "Si fueras mujer te antologaba -le han confesado a un amigo-, pero hombres nos sobran". Cuando las barbas (nunca mejor dicho) de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar. Como mis explicaciones tienden a largas, voy a empezar a curarme ya en salud.
Que yo firme mis textos es prácticamente un juego de rol. Si los firmase mi mujer, saldría su foto y eso que ganaríamos todos. En realidad podría, porque suda tinta delante de mis papeles tanto como yo, los relee y los corrige y, con mucha frecuencia, los inspira. Siempre propone variantes (que acepto sin chistar), modera mi temperamento y suaviza mi sintaxis. Desde nuestro matrimonio somos una sola carne y, en consecuencia, una misma literatura. Mis derechos de autor, a fin de cuentas, se rigen por el régimen de gananciales. Uno humildemente rogaría a los señores antólogos que tuviesen en cuenta esta bisexualidad paritaria y nos guarden (a ella y a mí) alguna de sus curiosas cuotas. Aunque esto no es más que pedagogía, o sea, castillos en el aire. Murciano y mitad de una especie bisexual, sacramental e indisoluble, lo llevo crudo.
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