La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
DE POCO UN TODO
COMO Diógenes con un candil en busca de un hombre por Atenas, busco y no encuentro a un socialista en la Andalucía de Chaves. Un socialista fetén, me refiero, no uno cualquiera que vaya a votar al PSOE en marzo, que el voto es secreto y sabe Dios los motivos por los que se inclina cada cual. Isócrates se extrañaba de que seamos capaces de entregar el gobierno de nuestro país a quien no le confiaríamos ni locos la gestión de nuestros asuntos particulares. Un presidente norteamericano copió y modernizó la idea: pidió a los votantes que, antes de decidir, se preguntasen a cuál de los candidatos le comprarían un coche.
Yo lo que necesito es alguien que haya comprado el optimismo de Zapatero. "La situación económica es muy positiva y alentadora", insiste el presidente de Gobierno. Pero yo tengo en venta una muy positiva y alentadora casita en la playa y sólo se pasan a verla algunas gráciles gaviotas. ¿Es que no hay ningún mamífero que se crea lo de la bonanza y el bienestar y el pleno empleo? Y mientras tanto las hipotecas siguen por las nubes, como las gaviotas, y la literatura, que es inmortal y pobre, sigue dando poco de sí, que es lo suyo.
Los socialistas prefieren lamentarse de que el PP -al que ellos quieren con locura- se haya equivocado con Gallardón y no vaya a ganar las elecciones. ¿Por qué no se aprovechan del alarmismo electoralista y de las mentiras gordas de la derecha, que previene de una crisis que nos juran que no existe? ¿Tan obsesionados están por el bien del partido rival que desperdician esta ocasión pintiparada de hacer un negocio redondo gracias a las boyantes profecías de su líder?
Antes, yo, por los progresistas, no tenía una especial querencia, la verdad. Prefería pasar mis tardes comentando con un amigo los aforismos de Nicolás Gómez Dávila, o tranquilamente leyendo Las memorias de ultratumba de Chateaubriand; sobre todo cuando la alternativa es talante hasta en el cielo de la boca. Siempre entendí los motivos del doctor Carvallo, extremeño de San Benito, que restauró el Château de Villandry, que creó el jardín más hermoso del valle del Loira, y que fue enterrado en la iglesia local y no en el cementerio porque "no quería que la resurrección le sorprendiera al lado de un socialista".
Y sin embargo ahora ando a la busca de un progresista convencido, qué cosas. ¡Oh, cerrar el trato, e ir juntos al notario y, por el camino, reconocerle la categoría de Caldera, la solvencia de Solbes, la gracia de María Teresa Fernández de la Vega, la agudeza de Blanco y, sobre todo, lo bien que va la economía! Como un tiro. Es el momento de invertir, claro que sí.
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