La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
La firma invitada
Todo brilla en Cádiz, todo menos los colegios. Más o menos así empezaba uno de los artículos que en 1929 Luis Bello dedicó a Cádiz, en un viaje por las escuelas de Andalucía, publicados en el Diario El Sol y recopilados en un libro que, curiosamente, la Junta de Andalucía publicó en 2002, suponemos que, para dar una visión comparativa de los centros andaluces desde entonces hasta esta enésima modernización, virtual, en que nos encontramos.
Probablemente dentro de otros cien años veamos publicada otra serie de artículos sobre los colegios gaditanos, esos que ahora mismo demandan cosas tan elementales como calefacción para el frío, protección ante goteras o socavones, cuando no obras inacabadas o nunca iniciadas, conexión a la red eléctrica y de saneamientos, o tal vez el mero cumplimiento de los acuerdos de hace ya un lustro.
Y lo más curioso del caso será que entonces, como ahora, un escalofrío recorrerá la memoria de quien lo lea viendo que la realidad ha cambiado más en el mundo en el que viven nuestros dirigentes que en el crudo espacio que enmarcan, hoy como ayer, pupitres, pizarras, docentes, alumnado, padres y madres.
Ya no hablamos de la introducción de nuevas tecnologías, plasmadas en forma de ordenadores, cuyo mantenimiento ni siquiera se contempla, como si su uso por centenares de escolares estuviese exento de averías. Ni siquiera hablamos que estos centros cumplan la normativa sobre seguridad y prevención de riesgos, que la misma administración dicta.
Hablamos, simple y llanamente, de necesidades como que los alumnos/as no pasen frío o calor en un colegio en pleno siglo XXI, o que el bonito ordenador que trajeron el curso pasado no deba esperar al presupuesto del año que viene para poder repararse, o que una clase sea algo más que un simple almacén de niños y niñas en condiciones más que dudosas.
Y es que en el fondo todos sabemos que esto de la educación funciona a pesar de los que la dirigen; que funciona gracias a los de abajo, a los que cada día se ven las caras en las puertas de los centros.
Ojalá esos centros, dentro de poco, tengan un diseño interior fantástico, que la luz y los espacios se armonicen conjuntamente para que los que allí trabajen, alumnos/as y profesores/as, se encuentren a gusto y perciban esa luz que tanto brilla en Cádiz, y no sean como encontrarnos ante un centro de los que hablaba Luis Bello y de los que hoy, lamentablemente, volvería a hablar en los mismos términos.
Quiero imaginar que dentro de pocos años esa impresión primera, de esos centros, nuestros centros, nos invitará, nos incitará a pasar dentro y a quedarnos, a disfrutar de todo aquello que la educación tiene guardado para cada uno de nosotros, mas me temo que tras las lluvias del invierno, ahora que todo empieza a brillar en Cádiz, que tras este primer espejismo, cuando volvamos la vista a nuestros colegios nos vendrá el deseo de quedarnos fuera, de no entrar, porque hoy como hace un siglo, parafraseando a Luis Bello, todo brilla en Cádiz, todo menos los colegios, como la educación muchos días.
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