Envío
Rafael Sánchez Saus
¿Réquiem por Muface?
La firma invitada
Sin libertad de expresión, toda otra libertad fundamental está en peligro. Les faltaría un instrumento esencial de protección. Es un derecho que se hace realidad sobre todo a través de los medios de comunicación, la prensa en sus diversas modalidades. Pero ocurre con esto como con otras tantas verdades. Hay que proclamarlo, vocearlo, difundirlo. Sobre todo, no permitir que quede diluido en el quehacer y el convivir de la habitualidad cotidiana. Porque lo que no se cuenta, no ha pasado. Este es el lema de Reporteros sin Fronteras y encierra una gran verdad sobre el periodismo: no gusta que la prensa dé publicidad a situaciones irregulares, que cumpla su derecho y deber de denunciar lo que es incorrecto, impropio, delictivo. Silenciar a la prensa comporta la impunidad en la que quedan tantos crímenes contra los derechos humanos.
Y es que las intimidaciones, amenazas y agresiones contra periodistas se cuentan por cientos en todo el mundo. No sólo en el tercer mundo. También en el primero. En la misma Europa. Y nada hace presagiar un mejor escenario en adelante. Al contrario, en cualesquiera nuevos conflictos, el periodista seguirá siendo, desgraciadamente, un enemigo a batir. Desde el 1 de enero de este año, 19 periodistas han sido asesinados por ejercer su profesión y 145 se hallan encarcelados por expresar opiniones contrarias o que no comulgan con los postulados del poder. Sin dejar de mencionar la persecución implacable que golpea a los "disidentes" cibernéticos que mantiene a 66 de ellos entre rejas.
Igual que se celebran actos públicos, que se festejan conmemoraciones para dar relieve a determinadas iniciativas o costumbres populares -oficiales o no- es conveniente, hasta obligado, llevar a la calle, al imaginario colectivo la convicción de que la libertad de los medios de comunicación no debe ser coartada ni explícita ni solapadamente.
No basta que los textos constitucionales, en una democracia, fijen el principio inalienable de que no sufran coacción de ningún género los medios de comunicación porque son, o deben ser el pilar de la convivencia en libertad.
Tampoco es suficiente que el respeto a la libertad de expresión quede reducido en el espacio propio de la misma prensa o de instancias literarias y académicas. La libertad de expresión incumbe a todos y a todos hay que llevar el convencimiento de su necesidad por medios que de alguna manera son capaces de llegar más directamente a la conciencia ciudadana. Esta es la razón de que la ciudad de Cádiz, viva en estos días una rica variedad de actos públicos dedicados a celebrar el Primer Festival Internacional por la Libertad de Expresión, como acto central de Reporteros sin Fronteras con el apoyo de la Asociación de la Prensa en la persona de su presidente, Fernando Santiago, anticipándonos a la fecha memorable del 3 de mayo, XIX Día Mundial de la Libertad de Prensa, instituido por la Unesco.
La ciudad de Cádiz es un marco especialmente relevante para acoger este tipo de acontecimientos. No en vano es la cuna del constitucionalismo español e incluso europeo. En los gloriosos días de marzo de 1812, Cádiz protagonizó uno de los hechos más enfervorizados en defensa de las libertades y de manera especial, de la de expresión. Cádiz se convirtió entonces en un reducto extraordinario de la prensa. La prensa como órgano, como instrumento, como vehículo para expresar ideas en libertad aun cuando fueran contrapuestas. Se llegaron a publicar hasta setenta periódicos. Casi 200 años después, Cádiz se dispone a manifestar que mantiene aquel espíritu de entereza que no se desdice del ánimo festivo con que mañana por la noche nos vamos a encontrar todos en el macroconcierto por la libertad de prensa en la emblemática Plaza de San Antonio.
La palabra, las artes plásticas y la música coincidirán estos días en la ciudad gaditana en el mismo propósito de defensa de la libertad. Conciertos, exposiciones, poesía, teatro, mesas redondas. Diversas actividades, como expresión de las más variadas manifestaciones del espíritu. Al fin y al cabo, todas necesitadas para ser auténticas, de respirar un mismo aire: el de la libertad.
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