La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
DE POCO UN TODO
UNA de las observaciones más brillantes de Felipe Benítez Reyes (y ya es decir) nos advierte que la condición de intemporal representa un defecto del artículo el día preciso en que se publica y una virtud a partir del día siguiente. Yo, por eso, procuro alternar y mezclar un poco de todo. Desde este punto de vista, las elecciones del pasado domingo son un acontecimiento excepcional -quizá sea el único punto de vista desde el que lo sean-. "¿Por qué?", preguntará usted bastante sorprendido. Porque al comentarlas nos podemos permitir tocar un tema de palpitante actualidad todavía y hacernos, a la vez, una reflexión literalmente intemporal: aquí no cambia nada. A pesar de la millonada de millones que costó la campaña, de la crisis, de la cara de póker de los perdedores, de esa euforia un poco escolar de los ganadores, tan saltarines e hiperbólicos, a pesar de todo, la vida sigue igual.
En la política española, de hecho, va a seguir más igual que antes. Rajoy, gracias a la pequeña victoria de Mayor, se afianza como el líder de un PP que ni despega ni se la pega. Extrapolando estos resultados es probable que en las generales de 2012, cuando la crisis económica haya escampado, no forme gobierno, pero Mariano Rajoy ha escogido el lema de otro gallego, Camilo J. Cela, como leitmotiv: "En España, quien aguanta, gana". Ya veremos si gana. A Zapatero, tras el 7-J, le aprietan más los zapatos, pero no mucho más. Con los cuatro millones de parados que tenía encima, estos dos escañitos europeos que le ha sacado el PP son el chocolate del loro.
Más a la izquierda, ¿qué hay? "La sangre es roja y el corazón está a la izquierda" gritaban las pintadas en los apasionados años ochenta, e IU sigue desangrándose en consecuencia. UPyD se consolida como el elegantísimo refugio de una intelligentsia que ni se rebaja a votar al PSOE o a IU ni quiere dejar de ser de izquierdas, pero que tampoco termina de saltarse electoralmente los límites de su club. Más a la derecha del centrismo reformista del PP, no aparece nada de nada, y mira que se intenta. Aquí, por no cambiar, no cambia ni el índice de abstención, impasible el ademán.
Unas elecciones son la más fiel radiografía de un país. España no da muestras de mucho descontento social ni de ardorosos deseos de cambio. Hay ligeras variaciones y, de fondo, una complacencia generalizada. El dato no dejará de venirnos bien, al menos para cuando nos apetezca escribir un artículo intemporal, de pájaros y flores o de la vida misma. Ya nunca tendré cargos de conciencia por no hablar de la estricta actualidad política, que, por lo visto, apenas importa.
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