La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
De poco un todo
EN agosto, en la playa, no cabe un alfiler, de lo que me alegro, pues se disipa así una de mis más tórridas tentaciones de este verano. En las noches de julio soñaba con esconder entre mis bártulos playeros un afilado alfiler y pinchar cuantas pelotitas cayeran en mis manos a la mañana siguiente. No serían pocas: en la playa, como se habrán fijado, no cabe un alfiler, pero sí los innumerables balones de fútbol con los que los muchachos (y no tan muchachos) se entretienen dando toques. Dando toques, más que nada, a los indefensos bañistas, paseantes, lectores… Y una duda: ¿apuntan con preferencia a niños, mujeres y ancianos, o es por casualidad?
Como no soy hombre de acción, he suspirado de alivio por no poder ejecutar la venganza del alfiler, y tener que dedicarme al pensamiento abstracto y a la charla de sombrilla y chiringuito. En el lejano invierno mantuve en estas páginas que los futbolistas profesionales -sopesando la cantidad de ilusión que producen en el respetable y comparándola con la que producen otros, por ejemplo, los políticos- cobran una miseria. Aquel artículo, con la excepción de mi madre, no convenció a nadie.
Con esa mala uva que produce la incomprensión literaria, espero que alguno que se lleve un pelotazo en la playa aproveche el golpe para reflexionar sobre mi teoría. ¿No ven ahora cómo el fútbol obsesiona hasta extremos anonadantes? En el pequeño hueco que las noticias sobre grandes fichajes dejan en los telediarios, hablaron el otro día de unos emigrantes que hace unos años se jugaron la vida tratando de cruzar el Estrecho en una tabla de windsurf. Salieron imágenes de su rescate y pudimos ver que habían escrito en la tabla, con letras inmensas, estas palabras mágicas: "Barça F. C." Para rematar de cabeza, leo en Compostela, el blog de Ángel Ruiz, profesor de la Universidad de Santiago, la conversación que el autor ha mantenido con el dueño de una pizzería en Praga: "-Are you Greek? -No, from Spain. -Madrid, Barcelona? -No, Santiago. -Santiago Bernabeu!" La obsesión está globalizada.
Con la filosofía que inspira el tinto de verano a la sombra del chiringuito, a uno lo que le sale es sacar a relucir aquello del pan y el circo. Como a la vuelta del veraneo, lo del pan va a estar bastante duro, me temo que nos concentraremos aún más en el circo, esto es, en el fútbol, por pura ley de compensación. Pero no me quejo: en esta versión postmoderna del circo ya no echan a los cristianos a los leones, lo que es muy de agradecer.
Por otra parte, aunque yo preferiría que las gentes se entretuviesen leyendo a T. S. Eliot, hay que reconocer que puestos a escoger un espectáculo de masas no han tenido mal gusto del todo. Los políticos, con sus partidos, también intentan montar un espectáculo y lo hacen, además, con los pies… Pero por ahora el pueblo les castiga con una indiferencia soberana. Prefiere a los profesionales.
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