Cambio de sentido
Carmen Camacho
¡Oh, llama de amor propio!
La tribuna
CON no escasa frecuencia oímos hablar de lo políticamente correcto y no siempre sabemos explicar su significado; ni tampoco concretar sus contenidos. Me propongo hoy, querido lector, ofrecerte una especie de guía que te oriente sobre estos aspectos. Resulta especialmente interesante tenerla en cuenta si, entre tus pretensiones, se halla la de prosperar social y políticamente. Te aviso con carácter previo de que aquí, la palabra "política", como podrás imaginar, nada tiene que ver con la dura tarea de preocuparse por la cosa pública, ni con el gobierno de los ciudadanos. Antes bien, se refiere a la línea marcada en un determinado momento por el Poder, a su "filosofía" dominante.
Así, se aplica a ciertas ideas que aquel impone de forma más o menos coactiva al resto de la sociedad; en definitiva, a aquello que le suena bien. También, como no, inversamente, a lo que se debe callar, mediante una sutil autocensura. Te daré con brevedad, algunos de sus principales contenidos.
Pero, antes de meternos en harina, conviene recordarte que lo políticamente correcto tiene su propia jerga, sus expresiones (género, identidad, sostenible, intercultural, diversidad, etc.), que conviene conozcas: orientan inicialmente a quien te escucha sobre tu adscripción al discurso oficial. Mas pasemos ya a los contenidos.
El pensamiento único actual ha desplazado a Dios desde la escena pública al espacio de lo privado. No intentes sacarlo de ese lugar con alusiones al mismo en tus conversaciones o escritos más o menos oficiales. El hecho de que creas en Él no lo justificaría. Eso sí, suele haber excepciones cuando no se trata del Dios cristiano. Una cierta dosis de ridiculización de las instituciones, jerarquías y contenidos religiosos a Él vinculados suele caer bien, así como toda expresión que defienda su inactualidad y los considere fuente de intolerancia, en el presente y el pasado.
España como valor positivo no se lleva. No debes insistir mucho en esta palabra (existen rodeos para evitarla), especialmente si vives en determinadas comunidades autónomas: podrías ser condenado al más absoluto ostracismo si lo haces. Puedes utilizar en su lugar expresiones más "universales", que denoten tu desapego hacia semejante arcaísmo, en nombre de la igualdad entre las culturas y los pueblos, o del sincretismo étnico y cultural.
Pero esta actitud no debe apartarte de tu sentimiento de pertenencia a la "mini-nación". Conviene por ello que deseches la visión de un pasado común. La historia de tu "país" es la de un conflicto permanente entre el centro opresor y tu expoliada autonomía. Y este planteamiento puedes generalizarlo, llevándolo sin temor al marco de las relaciones entre España y sus excolonias americanas o como explicación del desarrollo de unos a costa de otros.
La historia, como he dicho, debe ser reinterpretada, a comenzar por la propia española y la más reciente. Un ejemplo: la II República fue un periodo brillante, paréntesis de libertad y progreso en medio de unos tiempos marcados por la injusticia. Pero las fuerzas reaccionarias minoritarias al acecho se la cargaron, sin que ella hiciese nada para merecerlo. El régimen faccioso de Franco resultante perpetuó el oprobio, la corrupción y la represión. Si le fuiste afecto en algún momento, o llegaste a pensar que hizo cosas bien, no se te ocurra bajo ningún pretexto manifestarlo. Mantén, en esto, la cabeza muy fría. A Franco, que gobernó en contra de su pueblo, y a su régimen, por tanto, ni agua.
Sé vigilante en los temas relativos al sexo y al utilizar los conceptos de hombre-mujer. El primero es, fundamentalmente, instinto y placer, un divertimento que no tiene edad y no debes relacionar con la procreación, ni darle un sentido que lo trascienda.
En lo segundo, ten cuidado, sobre todo si eres hombre, inmersos como estamos en una tradición de fuerte componente machista. Así, el uso del todos/as, amigos/as, padres/madres y otros similares es un buen comienzo. Por supuesto, lo que define el género es la tendencia manifestada hacia uno u otro sexo o ambos a la vez, y no carácter biológico, psíquico o funcional alguno asimilable a él. De igual manera, conviene distinguir entre familia tradicional (que no natural) y nuevas formas de familia, incluida la constituida por homosexuales. La crítica de las segundas te puede acarrear acusaciones graves de intolerancia y, en el peor de los casos, de homofobia.
Esfuerzo, sacrificio y mérito son valores autoritarios: el tiempo ha demostrado cuanto mal nos han hecho. Evita, pues, cualquier propuesta que los tome en consideración como método para mejorar la vida social o la enseñanza.
En este esbozo, apenas guía, tienes, querido lector, una luz para navegar por las procelosas aguas de la España de 2009. Asúmela, no la destruyas, y tenla siempre a mano, para no incurrir en errores y, sobre todo, si deseas prosperar en el futuro.
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