La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
DE POCO UN TODO
EL mismo Gobierno que aprobó el divorcio exprés nos ha abocado al matrimonio stand-by. La crisis económica, según los datos exactos del INE, ha paralizado numerosos divorcios. Del año 2007 al 2008 se han producido un 12,5 % menos. La situación de la economía española, que el FMI considera la peor entre las potencias mundiales, permite augurar un futuro espléndido para la institución matrimonial.
Todo el mundo parece estar de acuerdo en que el motivo de ese descenso de las rupturas es económico, y no un aumento del romanticismo o de valores como la fidelidad o el compromiso. Daré por buena esa explicación. Por buena en todos los sentidos. Para empezar, me la creeré, aunque a bote pronto resulta extraño que un apuro sea una causa clásica del deterioro de las relaciones y que un desastre financiero global, en cambio, se convierta en la salvaguarda de la institución matrimonial. "No es así", me explicarán ustedes con paciencia, "sino que las parejas aparcan sus diferencias hasta que puedan permitirse una ruptura".
Bueno, pues eso también lo daré por bueno. Muchos columnistas ya se han recreado en la descripción del drama por el que estarán pasando esas personas ya sentimentalmente distantes que todavía tienen que cruzarse por los pasillos estrechos de su pequeño piso porque que no les llega para pagarse un divorcio. Pero la comedia de la situación, ¿qué?
Si en España hubiese guionistas con el talento de los argentinos le sacarían mucha punta y sería delicioso. Imaginen las posibilidades cinematográficas que tiene un matrimonio en crisis, conviviendo por culpa de la otra crisis, y reencontrando poco a poco el amor. El desenlace no sería sorpresivo: han solucionado sus problemas financieros y, tal y como se habían prometido, proceden a separarse, pero en el último momento, justo antes de cruzar la esquina definitiva, recordando los buenos momentos de penuria, se dan la vuelta y se abrazan. The end.
Nunca vemos las posibilidades luminosas de la realidad. Si nos parece bonito el Contigo pan y cebolla sobre el que se fundó una familia, ¿por qué no el pan y la cebolla que le dan una segunda oportunidad? ¿Cuántos matrimonios se salvarán porque no han podido divorciarse a las primeras de cambio?
Kierkegaard, nada menos, defendía la indisolubilidad del matrimonio con un criterio parecido. Según el danés, un hombre y una mujer forzados a estar juntos, si están normalmente constituidos, terminan entendiéndose muy bien. Quizá exagerase un poco. A mí me basta con la alegría de pensar en esas parejas, aunque no sean muchas, que van a reencontrar su felicidad gracias a la crisis.
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