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"Se trata de padres y madres permisivos, que no fijan límites, consentidores con los caprichos e impotentes para poner freno a los desmanes de los menores adolescentes". La frase, precisa, directa, concisa, pertenece a José Chamizo, Defensor del Pueblo Andaluz y del Menor. La reproduce este Diario (3.12.09) al publicar parcialmente las muy sabias declaraciones de dicho Defensor durante su comparecencia en el Parlamento andaluz para explicar su gestión realizada durante el año que termina.
Hace ya tiempo que el Defensor Chamizo viene advirtiendo que el sistema de protección de menores de la Junta de Andalucía "no aguanta más", y para cuya mejoría solicita "un estatuto específico de regulación laboral para los funcionarios que trabajan en el mismo", señalando como una de sus carencias "la alta rotación, excesiva carga de trabajo o la falta de especialización".
En una reciente crónica publicada por este periódico, Carmen Gavira cuenta que una niña de siete años le pregunta a su madre ¿qué es la droga? Y a un chico de 14 le encuentran hachís en el bolsillo. Las causas de estas lamentables experiencias pueden ser múltiples, pero la autora considera que ellas son mayoritariamente una consecuencia de la mala educación que los padres de los adolescentes españoles les imparten, porque "un tercio de los padres españoles no saben educar a sus hijos". Ya lo expresa el escritor José Antonio Marina al estimar que "la fractura existente entre la escuela y la familia es la responsable de una gran parte de los fracasos educativos que hay en España", agregando que "la familia debe estar dispuesta a contestar a las preguntas de los hijos, respondiendo siempre y con gran sinceridad", ya que el objetivo es "dar la información adecuada". Es evidente que resulta indispensable para la formación adolescente que "familia" y "escuela" practiquen "una cultura de colaboración".
El filósofo Gastón Soublette nos aporta un principio acerca de lo que se llama "deber ser", diciendo que "el héroe, junto al sabio y al santo, forma una tríada de la antigua cultura, que corresponde a los tres tipos psicológicos básicos, vale decir, el hombre activo, el intelectivo y el afectivo. Cuando estos tipos humanos alcanzaban la trascendencia del espíritu, en tiempos remotos, se convertían en el héroe, el sabio y el santo, respectivamente". Anhelo que los adolescentes españoles de hoy asuman la necesidad, aunque fuera imperfecta, de ajustarse a alguno de esos patrones de conducta.
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