Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
De poco un todo
CUANDO alguien alguna vez ha tenido a bien hablar bien de uno, ha dicho que gasto un humor inglés. Thank you, le he agradecido, very happy. Con la que está cayendo, cualquier humor sirve. Además, es cierto que pierdo pie con Dickens, Wilde, Chesterton, Wodehouse y Waugh. Pero más a mano me queda don José María Pemán -a quien estreché la mano- y, cada año, los Carnavales. Oh Cádiz, salada claridad.
Se podrían enumerar las características del humor inglés, del humor negro -véase Willy Smith- o, ya en España, las del humor gallego (Camba), del catalán (Pla) o incluso del vasco (Baroja). Y podrían estudiarse las del gaditano, claro. Ignoro si existe algún tratado de humorismo comparado. Sería ilustrativo.
Algunos indocumentados creen que la gracia del gadita estriba en el acento. Confunden el efecto con la causa. El seseo no es más desternillante que el laísmo. Si se parten de risa con el habla -aunque hable el más malage-, es por un reflejo de Pavlov inducido por otros gaditanos más artistas que escucharían antes. Sólo una ventaja nos da nuestra forma de hablar: el ahorro de sílabas, la velocidad. El humor exige condensación. La mejor manera de aburrir, lo advirtió Voltaire, es contarlo todo. El discurso, cuanto más lento, tópico y repetitivo (ay, los políticos), peor.
La gracia gaditana saca punta a todo y muestra un inmenso ingenio verbal, pero su secreto a gritos (o a coplas) es que empieza (y acaba) riéndose siempre de su sombra. 'Los enteraos', por ejemplo, metiéndose con el pregonero de este año. Y si se atreven con el resto, es desde un disfraz, que no es un escondite, sino una broma boomerang. Una chirigota confiesa que, observando a María Teresa Fernández de la Vega, se entiende, si no el burka, por lo menos el pasamontañas. La broma es de sal gorda, porque qué culpa tiene ella de eso; pero los que la gastan tampoco van muy bonitos vestidos de jeques. El gaditano alterna muy sabiamente la sal gorda para los demás y la fina para sí mismo.
Un secreto más sutil es el cariño que ocultan las puyas. Mejor muestra que Teófila Martínez, la alcaldesa más caricaturizada del carnaval y la más votada luego por la ciudad, no lo hay. O sí: la chirigota del Selu. Desde 'Los lacios' suele escoger tipos bastante pringados, pero con qué soterrada ternura los trata. Y compartido por todos late aún el gran secreto: el amor como telón de fondo. El amor a Cádiz y a su gente pone un velo de emoción a cualquier broma descarnada.
Leopoldo Marechal definió un tipo de humor, el angélico, como "la sonrisa con que los ángeles miran la locura de los hombres". No es talmente el humor gaditano, aunque lo parece. ¿Será el nuestro la felicidad asombrada de los ángeles ante la risa inagotable de los hombres? No sé, pero aquí se dice de alguien con gracia que tiene "ángel", y por algo será. Seguiremos investigando. Y a ver si de paso se nos pega algo, please.
También te puede interesar
Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Crónica personal
Pilar Cernuda
Felipe VI: su mejor discurso
La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
Lo último