Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
Con la venia
Estos del New York Times han rozado la superficie. Deben ser las prisas y que hasta el principal periódico del mundo no le dedica tiempo suficiente al asunto. No lo digo porque tan sólo haya hablado con Juan Bouza. Es un interlocutor muy digno pero ¿sabe Juan de carnaval? ¿ha salido en alguna agrupación y no nos hemos enterado? Igual este año descansaba, como Subiela. O igual iba de puntajurado en la chirigota del Sheriff, que como no se les veía bien puede que haya colado. Es insólito, desde luego, el delegado de empleo en un reportaje de carnaval . En cualquier caso la redactora que estuvo unos días entre nosotros no conoció el Delphinato porque si no ¿qué hubiera publicado? Al fin y al cabo Delphi era una empresa con numerosos carnavaleros y es de propiedad norteamericana, con lo cual la Vieja Dama Gris, como llamaban antes al rotativo de la Gran Manzana, hubiera podido ayudarnos a desentrañar los misterios del Delphinato. ¿Qué dirían los neoyorquinos sobre una empresa con una media de absentismo del 15%? ¿y sobre el hecho de que en carnaval llegase al 30%? ¿qué opinaría el periódico de la familia Ochs Sulzberger sobre el hecho de que cuando cerró la fábrica un empleado con 47 pasase a cobrar un sueldazo de las arcas públicas como parado y ahora se vaya a la jubilación? Imagino que en los Estados Unidos de América dirían ¿no van a tener déficit de las cuentas públicas si despilfarran de esa manera el dinero del contribuyente? Se quedarían perplejos o, quizás, se querrían venir todos a vivir por aquí: fiesta, salarios públicos sin trabajar, buen clima, nadie paga impuestos y buena gastronomía equivale al paraíso: una oleada de emigrantes norteamericanos hacia Cádiz. La gente se empeña en verle el lado chungo a las cosas cuando es necesario verle el bueno. Todo neoyorquino que haya leído el artículo pensará que Cádiz es el mejor lugar del mundo para vivir, cosa que ya sabemos desde antiguo los naturales de esta tierra. Esto es Shangri-La, El Dorado, el Walhalla, el cielo en la tierra. Faltan unas walkirias o unas huríes que sirvan copiosos manjares.
Por si fuera poco los descreídos redactores del New York Times podrían observar a uno de los especimenes más extraños de nuestra fauna: el redactor de informes para la Delegación de Cultura de la Junta. Quien sea es un monstruo, un líder de la literatura urbanística, un lince de la arquitectura. Cada vez que elabora un documento nos alegra la vida. El redactor del veterano periódico norteamericano podría haber visitado San Severiano para comprobar in situ el alto valor etnológico del barrio, digno de ser conservado e incluso de ser trasladado a catálogos. En la ciudad de los rascacielos quedaría magnífico un barrio así, junto a obras de Frak Lloyd Whright , junto al Village, cerca del Puente de Brooklyn, en Broadway o la Quinta Avenida. En fin, que palidezcan de envidia en EEUU que no tienen un barrio así. Ni siquiera tienen unos técnicos como los de Cultura que igual protegen la Estación Marítima que la Aduana o promueven el derribo de la Escuela de Náutica. Vivimos bien y no tenemos tiempo para el aburrimiento.
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