Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
La firma invitada
DE la misma forma que cuando un gato cae de un edificio demasiado alto bota muerto, cuando los valores económicos de un país caen desde demasiada altura también corren el riesgo de que, una vez tocado fondo, y empiezan a recuperarse, lo hacen sin el suficiente impulso para continuar el crecimiento y, después de un breve periodo de recuperación, vuelven a hundirse, ya esta vez sin remedio. Si albergaba alguna duda, los acontecimientos de los últimos días me han terminado de convencer: mucho me temo que nuestro minino este tieso.
Hemos vivido una ilusión de recuperación. Las de las ayudas de los gobiernos, los bancos encontrando liquidez en los mercados internacionales, la vuelta al consumo en Asia, el tirón de Alemania... Todo una breve ilusión. En el momento en el que se empiezan a retirar las ayudas del Gobierno todo se desmorona como un castillo de arena en una levantera. Estas recaídas económicas han sido habituales en la historia de la economía, por lo que en estos últimos meses hemos tenido a muchos economistas buscando señales que les permitiesen predecir una segunda caída. Ha sido un dato, el de las matriculaciones de febrero en Alemania que ha salido esta semana, el que ha terminado convenciéndolos a todos: el primer mes, después de retirar las ayudas a la compra de coches, sus matriculaciones han caído un 30%. Este es, sin duda, un indicio bastante concluyente de que nos encontramos ante una segunda caída. Por una parte, las matriculaciones de coches son el mejor índice avanzado que tiene la economía. Los especialistas dicen que es como el canario de la mina de la economía: adelantan que le va a pasar al minero cuando entre en el agujero. Y por otra parte, Alemania ha sido el primer país en retirar sus ayudas, por lo que adelanta lo que nos va a pasar al resto de Europa. Este es, en definitiva el primer dato sólido del que se infiere que, después de un pequeño repunte, estamos ante un nuevo desplome de la economía.
A España nos llega todo con retraso, por lo que todavía no hemos hincado la rodilla por segunda vez. Pero, desgraciadamente, no vamos a tener que esperar mucho. Será probablemente este verano cuando podremos disfrutar de nuestra propia ciclogénesis explosiva. Que será peor que la del resto de Europa, ya que sumaremos la subida del IVA con el afloramiento de todos los problemas que venimos arrastrando y que destaparemos definitivamente una vez hayamos terminado nuestro periodo de Presidencia. Pero, ¿es este destino inevitable? ¿No podríamos hacer algo para salvar al pobre gato? Pues sí, el asunto tiene solución. De hecho se sabe perfectamente qué es lo que hay que hacer para que los españolitos no terminemos sufriendo como los griegos o los islandeses: terminar con la regla del 20%. Tenemos que terminar entre todos con la regla del 20%. España es un país que tiene el 20% de paro, el 20% de economía sumergida y 20% de los trabajadores funcionarios. Y eso es inasumible, ya que por cada persona que está soportando económicamente el Estado, hay prácticamente otras tres que están siendo soportadas por el Estado.
¿Y eso cómo se hace? Pues todas las autoridades económicas nos lo han repetido hasta la saciedad. Lo diremos otra vez por si alguno del fondo no se ha enterado: reducir el gasto de las administraciones públicas, flexibilizar el mercado laboral y bajar los impuestos. Y con la economía sumergida nada, que si se bajan los impuestos la economía sumergida emerge por sí sola. Es decir, en pocas palabras, consiguiendo que haya más gente pagando impuestos al Estado y menos gente cobrando del Estado. Más gente dando de comer a la vaca y menos gente ordeñándola.
¿Seremos capaces de romper la regla del 20%? Lo dudo. Hoy en día el Gobierno español es un condenado que tiene que elegir entre dos venenos. O convencer a la Comunidad Europea de que va a hacer las reformas que le están pidiendo y enfrentarse a los sindicatos o hacer caso a los sindicatos y que Europa nos ponga en la lista de los morosos junto a Islandia y a Grecia. Es un Gobierno paralizado. Y con este panorama mucho me temo que la mesa de negociación para la crisis no va a servir ni para compartir un café. El Gobierno, atrapado, duda, titubea, vacila. Gana tiempo en la esperanza de que pase su Presidencia sin que se vea obligado a tomar alguna decisión.
En definitiva, que el minino va a botar muerto. Y con este panorama, el funeral de 'Micifuz' puede terminar convirtiéndose para nosotros en una tragedia, pero de las griegas. Espero que no acabemos teniendo que hacer algo parecido a lo que los alemanes le están pidiendo a los griegos, teniendo que vender alguna de nuestras Islas Canarias a Marruecos para pagar nuestras deudas. Llegado el caso, yo elijo vender Gibraltar.
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