La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Papel de oficio
ES una delicia que el Gran Puerto de Santa María no salga solamente en los medios por el 'Caso Tequila', por la 'Operación Toscana' o por 'El Arropiero', pongamos por caso. En este Gran Puerto se ha gestado una obra capital para desentrañar uno de los misterios más recónditos de nuestra literatura. Durante más de cinco años de paciente estudio, consulta de documentos y muchísima bibliografía, doña Mercedes Agulló Cobo, de 84 años, ilustrísima paleógrafa, en su casa de El Manantial, ha logrado dar con el autor de El Lazarillo de Tormes. Y yo creo que definitivamente. Antes, Blecua, Martín de Riquer, Francisco Rico y mi amiga Rosa Navarro Durán ensayaron sobre quién era el escondido autor de la novela. Con particular interés me leí el ensayo de Rosa Navarro que lo atribuía a Alfonso de Valdés y terminó no convenciéndome. Mi amigo el filólogo José Julio Labrador, en una ocasión, me mandó, desde su Pontevedra, un e-mail en que me decía que él había comprado una edición de París del Lazarillo, de 1827, en que en su portada reza DHM. Es cierto que don Diego Hurtado de Mendoza era uno de los candidatos, pero no el único. Se han barajado toda clase de nombres. Pero, ahora, los documentos son definitivos. Doña Mercedes Agulló ha encontrado entre los papeles de Juan López de Velasco, albacea y testamentario de don Diego Hurtado de Mendoza, la evidencia. Y todo ello lo ha volcado en un libro: A vueltas con el autor del Lazarillo, que acaba de salir, calentito, de la mano de editorial Calambur. Hace cosa de dos semanas, cuando supe la noticia, llamé a doña Mercedes para darle la enhorabuena. Yo era devoto de don Diego, por poeta. Tiene un poema, la Fábula del cangrejo, que casa muy bien con la canción erótica de los Siglos de Oro, tradicional, que todavía se canta en El Puerto por los gitanos: El cangrejo en su cueva.
Don Diego es un personaje fascinante. Son de su mano una Epístola a Boscán y el poema mitológico Fábula de Hipómenes y Atalanta y, hoy, es seguro que también El Lazarillo de Tormes, gracias a la paciente y enjundiosa labor de doña Mercedes Agulló que, desde el Gran Puerto, lo ha demostrado al mundo.
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