Enrique García-Máiquez

Pelotas

De poco un todo

04 de julio 2010 - 01:00

LA moda de este Mundial son las pelotas. "¿La moda?", preguntará algún lector, "¿no era la pelota lo fundamental del fútbol desde su mismo nombre?" No, lo que está a la última es prometer ponerse en pelota si se gana algo. Lo había prometido Maradona, dándonos a los españoles, en principio pro hispanos, un motivo más para alegrarnos por Alemania… o por cualquiera. La cosa era no verlo. Y lo mismo ha prometido (aunque no sea lo mismo) Larissa Riquelme si Paraguay elimina a España. Con eso, la monísima modelo ha conseguido que el sábado por la noche (yo escribo el artículo el sábado por la tarde, reconcomido por la intriga) tenga para nosotros un irremediable sabor agridulce. Si perdemos ay, pero um. Si ganamos oh, pero ay. Pase el que pase, lo celebraremos a medias.

O no, me amonesta severa mi conciencia, sacándome tarjeta amarilla. Si gana España, además de la alegría estrictamente deportiva, además del placer de ver cómo todos los españoles nos alegramos a una y a lo grande, libraremos a una buena chica de coger un resfriado. ¡Ánimo, Villa, hazlo por ella! Pasemos, pues, de la frivolidad a la categoría, como me exige la conciencia. ¿Se han fijado ustedes en la pulsión obsesiva que tiene nuestro mundo por los desnudos? A las primeras de cambio, y antes si es verano, se nos desnuda el personal. No sólo en las playas. La moda de los almanaques, en plan azafatas o cuerpo de bomberos, es ya una rutina. Ahora, por lo visto (o todavía no visto, pero está al caer), también las victorias deportivas se celebrarán con un destape, ea. Uno mira alrededor y abriga la sospecha (lo único que abriga, mientras todos se desabrigan compulsivamente) que en realidad de lo que se trata es de desnudarse sin que importen demasiado los motivos. De hecho, Larissa Riquelme ya lo hizo para una revista argentina -me informan-, con lo cual que gane Paraguay, ¿para qué? Y se desnudará en cualquier caso, ya lo veremos. Eso se lleva en la sangre.

Se hacían antes otras promesas, como acudir de peregrinación a Santiago de Compostela. Es año santo, y podría animarse alguien. Pero no. Estos cambios de tendencia no ocurren porque sí. La gente se compromete con lo que cree. Si nos hemos desplazado de lo religioso a lo exhibicionista es porque el verdadero culto de nuestro tiempo es al cuerpo. Aunque para ser exhaustivos, hay que reconocer que estamos en un neopaganismo politeísta. También se rinde culto a lo mediático, que adora esos desnudos televisados que suben tanto los niveles de audiencia. Y el capitalismo ya le sacará tajada poniendo anuncios por delante y por detrás.

Para no ser menos en España, cuyo entrenador es un señor discreto, el Tribunal Constitucional ha dejado en paños menores o ni eso a la pobre Constitución, que tendría que ser, como exige la alegoría, una honesta matrona con túnica. No están los tiempos para mucho pudor, ni siquiera intelectual.

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