La esquina
José Aguilar
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Calle Ancha
LO que ha ocurrido con el proyecto de hotel en Valcárcel se podría decir que era la crónica de un fracaso anunciado. Desde que se conoció la idea de Diputación, cuando la presidía Rafael Román, las quejas, reparos y oposición inicial del ayuntamiento -el argumento dado por la alcaldesa de que Diputación, antes de vender una propiedad en la ciudad, debe firmar un convenio con el ayuntamiento es alucinante-, las peticiones quisquillosas de la Junta de Andalucía y, como consecuencia de todo ello, el aburrimiento de la empresa, no podía tener más que el final que ha tenido. Y es síntoma de lo que está ocurriendo en la ciudad.
Cádiz es una ciudad con decenas de proyectos incumplidos e inacabados, cuando no entorpecidos por diferentes administraciones. Ahí está el proyecto de la plaza de Sevilla, al que las dudas y la torpeza de la Junta de Andalucía han terminado de cambiarlo y hacerlo casi inviable. Está el proyecto de la Ciudad de la Justicia, con años de atraso y que, cuando parece que se encontraba una solución -la permuta del solar, propiedad de la Diputación, por el edificio de la Audiencia provincial, propiedad de la Junta de Andalucía- surge el Ayuntamiento con la intención de derribar la audiencia para hacer una plaza. Y eso tras el rechazo municipal al proyecto de hacer la gran plaza del Mar, presentado por Rafael Román siendo candidato a la alcaldía y, desde ese mismo instante y, sin duda por ello, rechazado por el gobierno de Teófila Martínez, que eligió ampliar un parking privado a costa de casi dos años de incomodidades de tráfico en Canalejas. Y ahí están el retraso de la ejecución del Hospital Regional, obra anunciada para 2012, y que no estará antes del 2015; el tranvía metropolitano, falto aún de un acuerdo sobre si debe llegar hasta la plaza de Sevilla o a la de España; la Ciudad del Mar, con casi veinte años de retraso y las administraciones disputando por la titularidad; el museo de Arte Contemporáneo, donde lo único que se renueva es la cartelería que anuncia el fin de las obras; las obras del Parador, en disputa por un quítame allá unos céntimos; las conexiones entre la avenida Andalucía y la Juan Carlos I, anunciadas tantas veces que parece el cuento de la buena pipa; el pabellón Portillo, que se inauguraría, dijeron, en 2010; y qué decir de la Residencia de Tiempo Libre, del Museo de Carnaval, del Colegio mayor, del Teatro Pemán, de los Depósitos de Tabacos…
Y todo esto es posible en la ciudad que sonríe, posiblemente por eso, por la sonrisa bobalicona que se nos queda a los gaditanos oyendo a nuestros políticos, de uno y otro signo, repetir las mismas promesas campaña electoral, tras campaña electoral, entrevista, tras entrevista, seguros como están de que la sociedad gaditana está adormecida, mientras sonríe.
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