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LOS científicos no sabemos cuánta biodiversidad hay en el Golfo de Cádiz. Sin embargo, sí que nos preocupamos por la destrucción de hábitats marinos y de las especies que no conocemos y que, probablemente, viven en ellos. Pero cabe preguntarse si esta preocupación es compartida por el resto de la sociedad.
A punto de finalizar el año 2010, que la ONU ha dedicado a la Biodiversidad, no parece que nuestros avances científicos sobre la materia hayan sido suficientes. Cierto es que las jornadas informativas nacionales de puertas abiertas, ciclos de conferencias, exposiciones, concursos… etc, organizadas en el marco de dicha celebración, han tenido un notable impacto mediático y han disfrutado de una buena respuesta del público. Todo ello ha contribuido a fomentar una mayor concienciación social al problema de la destrucción de hábitats y la pérdida de biodiversidad en el planeta. Pero, ¿es esto un objetivo en sí mismo o debería de ir vinculado a la provocación de una respuesta activa de la población? ¿Hemos sabido explicarles que la destrucción de hábitats es responsabilidad de todos? A pesar de que no soy persona dada al catastrofismo, ni formo en las filas de los pesimistas en acción, tengo para mí que, en materia de divulgación, lo único que hemos logrado es llegar a los sectores de la población que ya entendían del caso y que ahora, con más razón, claman por una aplicación estricta y rigurosa de los compromisos políticos que los gobiernos alcanzan en el seno de las organizaciones internacionales.
Tengamos en cuenta que los avances científicos se producen a ritmo lento. Son el fruto de largos años de investigación y de fuertes inversiones en infraestructuras y medios humanos. Cito un ejemplo singular. En un día de trabajo en el Golfo de Cádiz, por el que se abona una cantidad media de 7.000 euros en concepto de uso de buque, hemos hallado cuatro especies de cuya existencia no se tenía noticia. ¿Es esto habitual? No, definitivamente, no. Pero ha sucedido. Ello es consecuencia del poco conocimiento que tenemos de su biodiversidad y, en gran medida, el resultado de la financiación europea, LIFE+, que ahora recibimos para estudiar un hábitat esencial.
El Golfo de Cádiz se beneficia del activo intercambio de aguas establecido a través del Estrecho de Gibraltar, que facilita la entrada de agua atlántica superficial en el Mar de Alborán y permite la salida del agua mediterránea profunda hacia el Golfo de Cádiz, al igual que lo hace una lavadora doméstica introduciendo agua limpia por arriba y expulsando la sucia por abajo. Este ir y venir del agua, convierte al Mar de Alborán en la zona más atlántica del Mar Mediterráneo, y al Golfo de Cádiz en la zona más mediterránea del Océano Atlántico. Así pues, la riqueza biológica que posee esta zona es una de las más espectaculares de las de nuestro entorno. ¿Cómo salvaguardarla?
Los compromisos internacionales adquiriros por España en materias relacionadas con la protección y conservación de la biodiversidad, están dinamizando las investigaciones científicas. Resultan necesarias para documentar sus propuestas, como uno de los 193 estados firmantes del Convenio de Biodiversidad, para así alcanzar la meta establecida en Nagoya, sede de la última cumbre mundial del convenio, referente a la protección de un 10% de las áreas marinas bajo la jurisdicción de cada Estado Parte.
Si queremos alcanzar dicha meta, sugiero que nos planteemos algunas preguntas relativas a las presiones que soporta el Golfo de Cádiz, y que son consecuencia del desarrollismo acaecido tras la Revolución Industrial. ¿Ha pensado usted la multiplicidad de usos que tiene el Golfo de Cádiz? ¿Es usted consciente del deterioro ambiental que provocan estos usos? ¿Se ha percatado usted de la fuerte presión urbanística que soportan los litorales? ¿Ha pensado cuántas especies no pueden soportar el estrés que les causa la presión humana sobre el medio marino? ¿Es usted consciente de la cantidad de especies que son aniquiladas por la flota pesquera, para que los consumidores dispongamos de pescado y marisco en el mercado?
Como científico y consumidor creo que todos nos beneficiamos de la actividad que se desarrolla en los mares, como por ejemplo el transporte de productos que se realiza por vía marítima, cables eléctricos, telefónicos o conducciones de gas, y todo tipo de instalaciones submarinas surcan el fondo marino de nuestro entorno, alterando los hábitats marinos y sus ecosistemas. Los descartes de la flota pesquera destruyen una inmensa cantidad de invertebrados marinos, sin interés comercial, que son esenciales para mantener el equilibrio y la productividad de los ecosistemas.
Entonces, asumamos nuestra responsabilidad cuando se cierna sobre nosotros el riesgo de compartir culpas. La defensa de la Naturaleza y de su Biodiversidad no nos compete solamente a los científicos, políticos y ONGs. Es cosa que nos concierne a todos, particularmente cuando hablamos de nuestro entorno más próximo.
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