Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
DE POCO UN TODO
SOY muy partidario de que la gente gane muchísimo. Ni siquiera me indigna que los controladores ganen lo que el indignado José Blanco dice. Me preocupa mucho más que el mileurismo se extienda, y que me bajen el sueldo. El único salario excesivo es el de los políticos, y no por la cantidad (siendo exagerada) sino porque, al ser nuestros representantes, deberían cobrar la media exacta del salario en España. Así se preocuparían más de los sueldos de todos. Pero con esa excepción, que se pudra la envidia.
Por tanto, si los artistas defienden sus pingües ingresos y se desesperan con la piratería informática, les entiendo. A partir de ahí, el tema se embarulla, porque colisionan derechos y libertades y otros intereses distintos de artistas y público (los de las productoras frente a los de las compañías telefónicas, mayormente), y a ver quién le pone cuáles cascabeles a qué gatos.
Para contribuir en la medida de mis posibilidades a la clarificación, hablaré de lo único de lo que estoy seguro. Cuando nos dicen que la piratería acabará con la música, la literatura o el cine nos mienten. Puedo decirlo con tanta contundencia por la experiencia que me da la poesía, que de tan minoritaria no es rentable y, sin embargo, ni ha muerto ni languidece.
El orondo Dr. Samuel Johnson clamó: "Sólo un badulaque escribe por algo que no sea dinero". Sea lo que sea badulaque (en inglés "blockhead"), no suena a piropo, no. Contra eso, el exquisito Logan Pearsall Smith suspiró: "Writers who write for money don't write for me", que puede traducirse como: "Los escritores que escriben para forrarse no escriben para mí".
La historia de la literatura da la razón a L. P. Smith. La mayoría de los grandes han ganado poco o nada, y eso no ha impedido que hicieran sus obras, a menudo anónimamente, encima. Con la música pasó igual hasta hace poco y los cineastas, aunque sus gastos de producción son mayores, ya encontrarían caminos para expresarse y crear, como en los inicios.
Incluso se podría defender que, siendo el arte menos negocio, se despejaría el panorama. Quedarían sólo aquellos que tienen algo que decir lo suficientemente importante como para hacerlo por su cuenta y riesgo. Se acabarían las distorsiones de la publicidad. El arte sería más vocacional. Y más bocacional, porque su canal de distribución sería el boca a boca, que es el más honesto de todos.
Ésa es la verdad, que no está reñida con que unos y otros riñan por sacar su tajada. La disputa la seguiré, pues, desde cierta distancia, no sólo por poeta, sino por la tranquilidad de saber que el arte verdadero está siempre fuera de peligro.
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