La esquina
José Aguilar
¿Tiene pruebas Aldama?
Palabra en el tiempo
LLAMA poderosamente la atención que cada vez que se reabre la crisis de poder en el Partido Popular los interfectos pasen de puntillas sobre lo que en un partido es el fundamento del equilibrio: la definición ideológica. En la izquierda, en cambio, cualquier disenso es un disenso de ideas, por matizado que sea. En el PSOE hubo felipistas y guerristas: dos formas de comprender el socialismo. Y ahora pervive, ejerciendo una sana crítica y una fraterna confrontación sin concesiones, Izquierda Socialista. Y más: la abstención que va a echar presumiblemente del poder al PSOE en las próximas elecciones será una inhibición por diferencias ideológicas. En la derecha, en cambio, todos los desacuerdos son (o al menos así se plantean) de poder, de ambición, de pulso entre círculos de influencia. Incluso que haya o no democracia interna en el PP no es un asunto ideológico capital sino de codicia. En ese sentido la derecha es mucho más pragmática que la izquierda; en apariencia sus desacuerdos no son sobre la derrota que debe seguir el barco sino sobre quién lo comanda y a cuántos nudos. A lo sumo la discrepancia es de estilo, de flema. Incluso de humor. Yo estoy seguro de que Zaplana, Acebes, Álvarez-Cascos, Esperanza Aguirre o Aznar no comparten los chistes con Arenas, Rajoy o Soraya.
A ver, ¿por qué se ha largado Álvarez-Cascos? ¿Porque han frenado su carrera en Asturias o porque considera conveniente fundar un partido conservador sin filustres ni concesiones femeniles que agrupe a la auténtica derecha? En la carta de despedida a Mariano Rajoy, Cascos asegura que las razones son relativas a su "dignidad personal" aunque también alude a menosprecios e insultos, algunos tan extravagantes como "galáctico" o "sexagenario". ¿Es todo un asunto de ambición personal? ¿De edad y de galaxias? Lo más claro que le hemos leído hasta ahora al ex vicepresidente del Gobierno con Aznar es el reproche que le ha lanzado a Rajoy: "Eso [el triunfo electoral] no se consigue esperando sentado en un sillón el tsunami de votos". Y como complemento: "Estamos en pretemporada de las generales y hay que jugar el partido".
No se sabe, a estas alturas, en qué parará el adiós de Cascos. Si habrá nuevo partido con evidentes diferencias programáticas e incluso si se extenderá a otros puntos del país. O si ya camino del poder Cascos se limitará a hacer de Cascos.
Sería muy sano, sin embargo, en un partido que es un denso gazpacho ideológico en el que conviven centristas, conservadores flexibles, derechistas breñosos, ultramontanos y hasta nacionalcatolicistas, que se aprovechara la huida de Cascos para depurar esa amalgama ideológica que sigue espantando a un amplio sector de votantes.
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