La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
de poco un todo
NO creían en la casualidad. Gilbert (Keith Chesterton) lo hacía en la Providencia y Georgie (Jorge Luis Borges) se paseaba por el laberinto de las causas, misterioso y exacto, con la providencia tal vez al fondo o en el centro o arriba o quién sabe. Por tanto, los dos verían muy simbólico que los aniversarios de sus muertes coincidan el mismo día, el próximo martes, 14 de junio. Un aniversario más gordo, el de Chesterton, claro, con 75 años de difunto; y otro, más celebrado, el de Borges, que cumple 25 años "bajo un árbol rarísimo,/ en Ginebra", como lo describió Víctor Botas.
Borges admiró siempre a Chesterton. "Su obra es vastísima y no encierra ni una sola página que no ofrezca una felicidad", afirmó. Le agradecía que pudiendo haber sido Poe o Kafka, hubiese elegido ser Chesterton. Hablando de las difíciles soluciones a las historias de misterio, concluía: "Ejemplo de las buenas -y aún de las mejores- es cualquier relato de Chesterton". Sobre el gran poema épico chestertoniano, que tradujo, zanjaba: "Lepanto es una de las páginas de hoy que las generaciones del futuro no dejarán morir. Una parte de vanidad suele incomodar las odas heroicas; esta celebración inglesa de una victoria de los tercios de España y de la artillería de Italia no corre ese peligro. Su música, su felicidad, su mitología, son admirables". Y remataba: "Innecesario hablar de la magia y del brillo de Chesterton. Yo quiero ponderar otras virtudes del famoso escritor: su admirable modestia y su cortesía".
Estos elogios encendidos del prestigioso Borges tuvieron mucho trascendencia. Son los causantes directos de una paradoja chestertoniana: el autor inglés está bastante más considerado en el ámbito hispánico, donde nadie discute su grandeza (intelectual, se entiende, la física es indiscutible), que en Inglaterra. Allí, hamletianos, todavía se preguntan si era un autor importante o no. (Teniendo en cuenta que llevan 75 años preguntándoselo -y reeditándolo y releyéndolo- ya podrían caer del guindo.) Chesterton le pagó el favor publicitario a Borges con ideas que el argentino supo hacer suyas. "He cometido el peor de los pecados/ que un hombre puede cometer: no he sido/ feliz", rezan unos versos borgianos inmejorables, que son puro Chesterton. Y el inglés había escrito: "El que mata a un hombre, mata a un hombre. El que se suicida mata a todos los hombres: en la medida de sus fuerzas aniquila el mundo", que Borges aprovechó para escribir "El suicida": "No quedará en la noche una estrella./ No quedará la noche./ Moriré y conmigo la suma/ del intolerable universo/ … / Lego la nada a nadie". Podemos suponer que en las luchas entre la fe y el ateísmo que mantuvo hasta casi el final el agnóstico Borges, tendría mucho peso la fe rocosa del converso Chesterton.
Están, pues, en paz, favores por favores. Así descansan. Y da gusto celebrarlos juntos, fundidos en un abrazo.
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