Con tres montones de chatarra
En 1955, el alicantino Amado Ángel Juan Rico compró tres autobuses y los derechos de la línea entre La Isla y La Carraca. Aquí comienza la historia de Viajes Rico, una de las principales empresas turísticas de Cádiz.
Hay un pasaje que marcó la vida de Amado Ángel Juan Rico (Alcoy, 1924), lo que él llama "la carambola". Ocurrió una mañana de mediados de 1955, cuando conducía por las carreteras de Córdoba un camión Leyland, "una perla de oro" que daba de comer a la familia en esa España de postguerra. Aquel joven decidió parar para recoger a una señora que buscaba transporte hasta Sevilla. Ella elogió el magnífico Leyland. Era una especie de intermediaria en la compraventa de fincas, casas, coches, negocios, "todo lo que se pudiera vender". "Si tiene otro camión como éste, estoy interesado", planteó el conductor. La señora le respondió que otro camión, no, pero que sí conocía una línea de transporte que estaba en venta en San Fernando, Cádiz: San Fernando-La Carraca. Una semana después, el alicantino llegaba a La Isla para negociar el traspaso del negocio con un militar que traía coches de Ceuta y que se jugaba la recaudación de la línea a las cartas en una tasca de Puerto Real.
Ángel Juan encontró una ventaja en la explotación de los viajes: en la obrera barriada Bazán, a medio camino entre el pueblo y el arsenal, podría hacer una parada. "Ahí había movimiento". De lo demás le convencieron, hablando en valenciano, unos paisanos que regentaban una heladería en el centro, Hermanos Picó: "Aquí, si uno viene con ganas de trabajar, hay mucho que hacer". No cabe duda de que aquel joven las tenía. El 5 de junio de 1955 nació Autocares Rico.
Ángel Juan Rico está a punto de cumplir 87 años. Todavía pasa mucho tiempo en los talleres de la histórica empresa de transportes de La Isla, aunque desde hace tres décadas, sus hijos varones, Ángel Juan y Enrique, están al frente del negocio, en el que ya irrumpe la tercera generación. Es un señor elegante empaquetado en su traje de chaqueta azul marino, de pelo cano, al que la senectud le ha robado parte de audición pero no memoria. Hace gala de ella en esta reunión con Diario de Cádiz, un día después de conocer su distinción con el Premio a la Promoción Turística de la provincia, un homenaje de la Diputación y del sector turístico a su trayectoria.
Están en las oficinas de Viajes Rico Enrique Juan hijo y Enrique Juan nieto, que echan una mano al líder del clan con una devoción y un cariño extraordinarios, aunque él revela que ha traído "una ayudita secreta para la entrevista": el libro sobre su vida que escribió en 2007.
En esas páginas hay muchas historias: la de una familia que nació "encima del coche" y la de un padre que ya transportaba mercancías en los años 30 con carros tirados por animales; la de vidas perdidas en la Guerra Civil y sus secuelas; o aquel episodio en el que nuestro protagonista casi pierde su vida en una cuneta tras una puñalada mortal a cargo de dos delincuentes. También, la historia de empeño de una familia por prosperar al volante de un camión, de norte a sur del país, miles de kilómetros.
Pero nos detenemos en ese 5 de junio de 1955, a las 7.30 de la mañana, cuando Ángel Juan Rico pone en marcha los tres vehículos que había comprado en San Fernando, un Chevrolet de madera, un Man y un Isotta que, dos horas y media después, ya estaban estropeados. "Fue un desastre. A los coches se les decía coches porque algo había que decirles. No había manera... Los tres tirados. Yo pensé, cerca de la estación, en coger el tren e irme a mi casa y dejar que aquello se estrellara, pero mi conciencia me contestaba: cómo te vas a ir, con qué cara vas a llegar a tu pueblo. No quería fracasar. Giré la cabeza: A arreglar los coches y a trabajar ".
"Fueron muy duros aquellos tiempos". Durante los primeros meses, la recaudación, a peseta por viajero, no daba ni para pagar la pensión de la calle Santiago en la que el emprendedor se alojaba. Trabajaba "mañana, tarde y noche", y tuvo sus problemas para encajar en una población que recelaba de foráneos, más, de los que venían a hacer fortuna y no la compartían en la barra del bar.
La empresa creció. Fue añadiendo servicios y personal pero los vehículos se incorporaban con cuentagotas porque al principio "no había de dónde sacarlos". Tanto es así, que fue necesario traer algunos camiones de Alcoy -donde sus hermanos seguían trabajando en la empresa familiar- a los que se les añadía una carrocería de autobús hecha a medida para atender la demanda de los viajeros.
A partir de mediados de los sesenta ya fue más fácil comprar vehículos y sumar servicios discrecionales, como los que atendían a los pescadores de Huelva y Almería que venían a las almadrabas de Sancti Petri y de Barbate, o a los emigrantes que regresaban de Cataluña a ver a sus familias.
Autocares Rico empezaba a diferenciarse en un panorama de transportes que dominaba Comes, que era "como un ministerio", operador de la mayoría de servicios regulares. El próximo movimiento clave de Ángel Juan Rico fue la compra de la agencia de viajes Gadesur en 1972, adquisición con la que entraba en un nuevo mercado y daba soporte legal a las excursiones que se hacían con los buses. Tras acreditar su experiencia y realizar un curso en Madrid, obtuvo un título de gestor de empresas turísticas del Ministerio de Turismo, y puso los cimientos de Viajes Rico. "Allí tenía el personal adecuado, pero yo todos los días pasaba por aquí, pasaba por Cádiz, después por Chiclana, después volvía aquí, y por la tarde volvía a ir a Cádiz y a Chiclana. Así pasaba los días".
Es una muestra de su constancia, una de las virtudes de las que presume Ángel Juan. "Otra es que he sido un tío pesado para pagar, para pagar pronto. Puntualidad. Si no me mandaban las facturas, me enfadaba. Oye, mándame la factura", enfatiza golpeando la mesa.
Ángel Juan Rico fue presidente de la Asociación de Agencia de Viajes de la provincia desde su fundación y también participó en la agrupación turística Skal Club. Recuerda que "cuando algo aparecía", ahí le "colocaban" de presidente. También que se acabó cansando porque trabajaba muchísimo en esas asociaciones y para otros empresarios mientras "descuidaba" su negocio. Ahora el Patronato de Turismo ha valorado esa labor asociativa.
A finales de los setenta, los hijos de Ángel Juan -Ángel, presidente de la Cámara de Comercio, y Enrique- se hicieron cargo del negocio familiar y contribuyeron a situarlo como una de las principales empresas de transporte y turismo de la región, con participación en concursos de explotación de rutas en el ámbito nacional. Hoy, Rico dispone de una flota formada por más de cien autobuses, cinco agencias de viajes y una firma de alquiler de vehículos de alta gama. En nómina, un centenar de empleados.
Entre ellos ya figura uno de los nietos de Ángel Juan, Enrique, que ha entrado en la treintena. "He estado muchos años fuera, en el extranjero, estudiando, trabajando... les dije que me llamaran cuando necesitaran una mano y el momento ha llegado", comenta. Enrique es la tercera generación, la encargada de modernizar la gran empresa que su abuelo montó "con tres montones de chatarra".
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