"Rafael va recuperándose poquito a poco pero aún no quiere salir de casa"

La mujer del empresario sanluqueño secuestrado desvela que su marido sigue todavía "muy afectado"

Rosa Romero / Cádiz

27 de junio 2008 - 05:01

"Mucho no habla, y yo lo respeto". Mila, la mujer de Rafael Ávila, el empresario de Sanlúcar víctima, según la Policía, del secuestro económico de mayor duración de España, y en el que el rehén ha estado en peores condiciones (16 días encadenado a la pared en un garaje de un chalé de Almonte, tirado sobre un infecto colchón) no quiere explayarse para no ser presa de la emoción. Su compañero, su novio de toda la vida, su marido y padre de sus tres hijos, sigue todavía "muy afectado". Y ella aún no sabe cuál es la mejor manera para afrontar la difícil situación, para aliviar las secuelas del duro cautiverio a que fue sometido el sanluqueño, y que todavía, nueve días después de su liberación por los Geos, siguen visibles en su cuerpo. Y en su cabeza sobre todo.

"Va recuperándose pero muy poquito a poco" es lo primero que dice la mujer del empresario al ser preguntada por el estado de salud de Rafael y su evolución.

Mila atiende el teléfono con exquisita educación. Agradecida por el interés aunque abrumada aún por un protagonismo que nadie de la familia ha buscado. Que nadie quería. Se encuentra en su casa, la de Rafael y la de ella, aunque su marido sigue en el hogar de sus padres, de donde no quiere salir. Todavía no se siente seguro. Ella lo ha dejado un momento para dirigirse al domicilio del matrimonio, muy cercano al de los padres, para recoger ropa y otros enseres. Sorprendida por el sonido del teléfono, lo descuelga y se aviene a mantener una pequeña conversación con este diario. Para contar cómo está él. Aunque se nota que se controla, no quiere llorar.

"Está ya algo mejor pero no quiere salir de casa, no quiere salir a la calle, no quiere que le hagan fotos", dice de corrido.

Al menos, hace ya días que Rafael duerme "como un niño", de un tirón, sin despertarse sobresaltado en mitad de la noche, presa de las pesadillas, de los recuerdos, como ocurría los primeros días. El médico, que lo visitó el primer día, no ha vuelto. Y es que Rafael, físicamente, está ya bastante mejor, aunque sigue "más delgado", confiesa Mila. Está comiendo bien, y por fortuna parece que no le ha quedado ninguna secuela en la vista. Porque padece "de tensión ocular" desde hace tiempo. Y como tiene "miopía y astigmatismo, debe darse unas gotas todos los días, que no le estaban dando", dice su esposa refiriéndose como de pasada, a los secuestradores, a los guardianes que lo encadenaron al mugriento colchón, sin nombrarlos.

Bastante más le está costando volver a ser el que era, el hombre familiar y divertido con los suyos. Muy lentamente va saliendo de los dos mundos que decía su hermano José Manuel poco después de su liberación. Apenas habla con su familia de lo que le ha ocurrido. "Y yo lo respeto", repite su mujer. Tampoco quiere ver la tele ni leer un libro. La prensa, cuando salen noticias de su secuestro, la hojea "pero no mucho". También ha dejado de lado su costumbre de navegar en Internet para empaparse de los lugares a los que quiere viajar. Aunque su mayor hobby siempre ha sido "trabajar", contesta Mila sin pensárselo. "Eso es lo que le ha gustado siempre. Trabajar. Está de descanso ahora pero obligado".

Rafael sólo quiere estar en casa de sus padres, rodeado de los suyos. Sigue sin contar apenas nada, ni quiere que le pregunten.

Aún no ha declarado ante el juez al cargo (el titular del Juzgado 4 de Sanlúcar). Aunque quizá en su caso lo razonable sería que fueran a su casa a tomarle declaración, se le sugiere a la mujer. "No lo sé, como no tenemos experiencia en estas cosas ...", contesta Mila, como disculpándose. Se despide ya para volver junto a su marido no sin antes expresar su mayor deseo ahora: "que s e recupere, que descanse".

stats