La Tribuna Cofrade
El traslado de la cofradía del Huerto. Lo normal Vs lo real
Martes Santo
El cielo dio su beneplácito pese a las escasas nubes que revoloteaban sin amenaza de agua y las puertas de la iglesia de San Antonio se abrieron de par en par ocho minutos antes de las cinco y cuarto de la tarde, hora fijada para la salida de la cofradía de Columna. La cruz de guía aguardó con escrupulosa puntualidad antes de iniciar el recorrido en la plaza en dirección a la calle Ancha.
Eran tantas la ganas de procesionar por el centro, que la hermandad estaba preparada con bastante antelación para sacar a la calle sus dos pasos. El hermano mayor de la hermandad, Sergio Rodríguez, era el vivo reflejo de la ilusión. “Los partes meteorológicos nos dan tranquilidad y vamos a disfrutar del Martes Santo”, comentaba pocos antes de comenzar una procesión de la que destacaba que “este año llevamos veinticinco penitentes más”.
No exageraba el máximo responsable de la cofradía. Las hileras de penitentes destacaron en el desfile por su número pero sobre todo por la cantidad de niños que caminaron tanto en las secciones del misterio como en las de la Virgen.
Todo desfile en Semana Santa está rodeado de momentos emotivos. El primero no tardó en llegar en la primera levantá del paso del Cristo de la Columna. “Por nosotros, por nuestra familia y por los que ya no están”. Y por supuesto, “por el que está ahí arriba. Listo y por Rocío”. Dirigido por el capataz Salvador Rosa, el paso de misterio empezó su tránsito bajo los aplausos del numeroso público y los sones de la Agrupación Musical Santa Cena. Antes, el paso había atravesado a rueda la puerta del templo para ver la luz que desprendía la tarde del Martes Santo. El montaje de las patas acercó aún más al cielo al Cristo Atado a la Columna, como más tarde ocurrió con el palio. Una nueva hilera de penitentes anunciaba la inminente aparición del paso de palio con la imagen de la Virgen de las Lágrimas, acompañada por la banda de música del Nazareno, de Rota.
El cortejo se adentró por las calles del centro sin tener que mirar al cielo, con la tranquilidad de tener asegurada la tregua de la lluvia.
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