La Tribuna Cofrade
El traslado de la cofradía del Huerto. Lo normal Vs lo real
3la ausencia de incidencias marca la jornada del miércoles santo 3miércoles santo
NORMAL. La del Miércoles Santo fue una tarde completamente normal. Eso fue todo. Y eso fue mucho después de tres días a merced de los lances meteorológicos que han dado al traste con media Semana Santa. La pauta, como certeramente habían apuntado las previsiones desde hacía días, cambió a la llegada del ecuador cofrade, que se anotó el mérito de ser el primer día completo de la semana tras los frustrados esfuerzos de las tardes anteriores. Casi que fue, podría decirse, un Miércoles de Ramos por aquello de ser la primera jornada entera. Eso parecía al menos a tenor de las ganas de Semana Santa que se respiraban en la calle y de lo bien que aprovechó estas horas la terna cofrade a la que ayer le tocaba echarse a la calle. El ambiente que reinó a media tarde en La Isla fue verdaderamente multitudinario, mucho más de lo que acostumbra esta jornada que surca los vericuetos cofrades que van desde la colorida estampa de una hermandad de barrio, la de Jesús del Gran Poder, a la férrea austeridad Servita o a la sobrecogedora imagen que brinda el calvario de la Vera Cruz. Un día de matices y contrastes, que dicen los tópicos de la Semana Santa isleña, y que ayer -de nuevo- volvió a hacerse realidad.
Porque lo mejor de la jornada, sin duda alguna, fue esa inmensa tranquilidad que dio el buen tiempo a la Semana Santa y que permitió que los isleños disfrutaran de una tarde reposada y pacífica, por completo ajena a las escenas de nervios y a los sobresaltos de los días anteriores. El resto vino solo. Porque el Miércoles, aunque no lo parezca, sabe hacerlo muy bien. ¡Qué duda cabe!
Pero vayamos por partes. Porque el Miércoles este año comenzó cerca de una hora antes en el popular barrio de la Bazán y su gran hermandad, que plantó su característica cruz de guía dorada en la calle a las cuatro de la tarde para emprender uno de los recorridos más largos de todos. ¡Hasta cerca de las dos de la madrugada no regresarían a la parroquia de la Sagrada Familia! La salida, que regala siempre que puede una de las escenas más vivaces y animadas de la Semana Santa, tiene algo como de expedición o marcha cofrade. Es la sensación que da ver cómo los vecinos de los viejos bloques de la barriada bajan a la calle para ver a la cofradía pasar, cómo los hermanos que forman el cortejo entran por la puerta lateral del templo -curioso, con los cirios ya en alto- y se encuentran con los que ya están en la calle o cómo los hermanos cargadores, perfectamente uniformados con los chándales de la cuadrilla y rebosantes de energía y entusiasmo, se hacen las últimas fotos antes de meterese en faena. Sin duda, se disfruta de ese momento tremendamente cofrade iniciador de un Miércoles Santo que todavía duerme -y lo hará durante tres horas más- en el centro de la ciudad. Y la cofradía también los disfruta. Eso se nota cuando regala a los oídos las primeras marchas de una tarde -Costalero al Señor, Aniversario Macareno o Triana de Esperanza al palio de la Virgen del Amor- en la que necesariamente habrá que irse con ellos si uno quiere escuchar alguna marcha.
Brilla a estas tempranas horas del Miércoles Santo el paso completamente dorado ya de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, una obra -ayer estrenó además una de las cartelas laterales, la que recrea la escena de la Adoración de los Reyes Magos- y que ha concentrado los esfuerzos de la hermandad durante los últimos años. Ayer, ese dorado, esas águilas bicéfalas, esa túnica bordada, esa nueva cruz arbórea que llevó el Nazareno de la Bazán... fueron los estandartes de un barrio en Semana Santa.
Pero la otra mitad de la jornada del Miércoles Santo ofreció una imagen bien distinta, también cofrade -y tanto- pero con un lenguaje diferente: el de la austeridad, el recogimiento, la sobriedad, el luto, el silencio... El discreto encanto de la sencillez, el de las llamadas hermandades de negro, que hacen acto de presencia en La Isla mediada ya su Semana Santa. Todo un universo... para el que saber ver con los ojos con los que hay que mirar, claro.
Así que, aunque Gran Poder llevaba ya tres horas en la calle, Servitas fue la primera. A las siete y cuarto de la tarde abrió las puertas de la Iglesia Mayor Parroquial con el Santísimo Cristo de la Buena Muerte. Delante, el muñidor -figura indispensable en el cortejo servita- y los cirios de respeto. Servidores de librea, un pequeño hermano portando el símbolo de la pasión: la redentora corona de espinas... La orden, de breve cortejo, cuida los detalles y cuida también de su estética tan personal, ese sello tan característico que remata el templete de la Virgen de los Dolores, en el que ayer, por cierto, por fin pudo contemplarse una nueva fase del tallado del canasto, una obra de los talleres sevillanos de Manuel Guzmán Fernández que se reanuda tras varios años de obligado paréntesis. El resultado se vislumbra prometedor.
En poco menos de un cuarto de hora el templete salva las dificultades de la salida y gira en la plaza de la Iglesia para enfilar la Carrera Oficial con paso decidido, siempre de frente y sin mecíos. La salida, por aquello de que el cambio de hora todavía no se ha dado, tiene una luz diferente. Se acerca la noche y se pierde -¡qué le vamos a hacer!- esos momentos de los últimos Miércoles Santo en los que el templete se ilumina con los destellos de la tarde. La jornada, a esas horas, ha alcanzado su plenitud. Y un auténtico gentío se agolpa en las calles del centro. Este año -ha pasado también en los primeros días- se ve más gente en la calle. Más ambiente de Semana Santa.
Justo tras los Servitas, Gran Poder, armada con toda la fuerza de una cofradía de barrio, subía ya por la calle Real para entrar -era la segunda del día en hacerlo- en Carrera Oficial. El palio andaba todavía por Capitanía y muchos isleños, a la espera de las cofradías del día, optaron por irse a este enclave para disfrutar de la procesión y darle la bienvenida a La Isla.
Ya por entonces bajaban por la calle Ancha los hermanos de la Vera Cruz: cirios de respeto delante de la señera cruz de guía, colas negras sueltas arrastrando por el suelo, penitentes con cruces en la primera sección, el Lignum Crucis, máximo rigor y silencio en el cortejo... Es Vera Cruz. Lo cierto es que el misterio que recrea la escena del Calvario -siempre monumental- sobrecoge a su paso mientras avanza en silencio entre las hileras de naranjos. Siempre lo hace. Es de las cosas más isleñas que se ven en la Semana Santa. Y las peculariares maneras de la cofradía, tan añejas como las pértigas con solera que lleva la junta de gobierno en la presidencia del paso, son indispensables en la Semana Santa isleña. Aunque se echa en falta aquel repertorio de marchas fúnebres e isleñísimas que antes sonaban por el Cristo. A pesar de que la hermandad lleva ya varios años procesionando sin música es como si siguiera faltando algo.
Ayer se estrenó también bajo el paso de la Vera Cruz la asociación Jóvenes Cargadores Cofrades (JCC), que hizo gala de su buen hacer con andares suaves y elegantes mientras se encaminaba a su cita con la Iglesia Mayor Parroquial, donde la cofradía realizó su estación de penitencia al filo de las nueve de la noche: uno de los grandes momentos del Miércoles Santo. Y de los más esperados. Luego, el misterio se adentró en la Carrera Oficial para emprender luego su regreso al barrio del Cristo.
El Miércoles Santo, la jornada con más personalidad de todas, se convertía así en la primera jornada completa de la Semana Santa de 2016, una tarde que desde luego se hizo breve pero que La Isla supo aprovechar bien para no perderse ni un solo detalle tras varios días de obligado ayuno y privación cofrade. Fue un comienzo, el de la segunda mitad de la Semana Santa que se presenta más que prometedora. Un Miércoles... de Ramos.
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