"Llegará el día en que las ciudades serán como Blade Runner"

Antonio Díaz Fernández. doctor en ciencias políticas

Sobre los secretos. El profesor de la Universidad de Cádiz es uno de los principales estudiosos de los servicios de inteligencia españoles

Antonio Díaz Fernándezdoctor en ciencias políticas"Llegará el día en que las ciudades serán como Blade Runner"
Antonio Díaz Fernándezdoctor en ciencias políticas"Llegará el día en que las ciudades serán como Blade Runner"
Pedro Ingelmo

10 de diciembre 2017 - 02:00

Antonio Díaz Fernández (Cádiz, 1971) quiere dejar reposar durante un tiempo el campo en el que se ha convertido en uno de los estudiosos de referencia de nuestro país: los servicios de inteligencia. Doctor en Ciencias Políticas, fichado de la Universidad de Burgos por la UCA en 2011, en la actualidad trabaja en cómo será el diseño de las ciudades inteligentes en materia de seguridad. Se curtió académicamente en la Fundación Gutiérrez Mellado con un Master en Paz, Seguridad y Defensa y en estancias postdoctorales en el Center for Security Analysis del Kings College de Londres y, desde entonces, no ha parado. Afirma que aparte de estar presente como coordinador en varios proyectos de seguridad, formar parte de una spin off de asesoramiento sobre la materia, escribir libros, dar clases y organizar seminarios, de vez en cuando le da tiempo a cocinar, caminar por el Paseo Marítimo y tomarse alguna caña con los amigos.

-Gaditano de...

-Pues como nacer nací en San Juan de Dios, de padre viñero y madre de San Severiano, pero siempre he vivido en extramuros. Soy beduino de vivencia.

-Eso marca.

-Pues sí, se lo explicas a la gente de fuera y no lo entiende muy bien, pero son dos filosofías de vida muy distintas y la verdad es que nunca me he planteado venirme a vivir al centro. Hay que ver lo que hace una muralla.

-Se fue a estudiar a la Barcelona postolímpica en el 93.

-Era pura ebullición. Cuando leí la tesis en 2003, en la comida posterior hablaba con los catedráticos, algo mayores que yo. Ellos habían vivido la movida madrileña, que era un Madrid luminoso, y la Barcelona preolímpica, que era muy cutre. Lo mío fue al contrario, el Madrid postmovida era demasiado grande, agobiante, mientras que la Barcelona postolímpica era innovadora, puro diseño.

-Volvió a Cádiz casi veinte años después. ¿Notó en Cádiz también algún punto de inflexión?

-Aunque no viviera aquí yo seguía viniendo y lo que recuerdo es que en Cádiz sí se notó la crisis de los 90. El tipo de tiendas de la avenida no era el más adecuado y ya había mucha diáspora gaditana en Madrid y Barcelona.

-Pero la ciudad cambiaba.

-Con el cambio a los ayuntamientos democráticos todas las ciudades estaban por hacer y no se sabía por dónde tirar. Creo que los dos alcaldes estuvieron al nivel de su tiempo. Carlos Díaz tenía que poner las bases y Teófila se subió a la ola de infraestructuras de otros municipios. Del actual es pronto para saberlo.

-Eso es urbanismo, también le pregunto por el espíritu.

-No sé si Cádiz está muy anclada en viejas glorias en su pasado fenicio, los bicentenarios y tricentenarios, cuando era el centro del mundo. Pero el centro del mundo ya no existe ni aquí ni en ninguna parte. La ventaja de los profesores universitarios es que viajamos. Eso evita que Cádiz se te quede pequeño o que te falte el oxígeno de no tener una vida cultural demasiado interesante, pero al mismo tiempo tiene algo que es difícil de valorar, lo que se llamaría el slow life, la vida relajada. Cuando viene la gente aquí se sorprende de que incluso no sea una ciudad más cara porque vivir aquí es un lujo.

-¿Más cara aún?

-Mírelo desde la óptica del de fuera. Tenemos mar, temperatura... En las grandes ciudades el día a día te devora; en Cádiz, no. Y luego sí, a veces la vida puede ser asfixiante, pero si exceptuamos Madrid y Barcelona todas las demás ciudades españolas son, en líneas generales, bastante provincianas porque somos un país muy provinciano, lo que tiene sus cosas buenas y sus cosas malas.

-¿Qué futuro le augura a Cádiz?

-Más que a Cádiz, a la bahía. Muy bueno si cambia de mentalidad. Vamos a dejarlo claro: nadie va a poner una fábrica de Peugeot en Cádiz cuando le sale más barato en la India. Se habla de más suelo industrial pensando en un pasado que ya no va a volver. No es suelo industrial lo que se necesita. Aquí, de hecho, ya tenemos muchos solares y muchos edificios sin uso. Lo que hay que buscar son nuevos nichos de mercado aunque no sean muy grandes. La gran ventaja de Cádiz es que un austriaco se viene a Cádiz y ve que puede hacer surf en noviembre y se vuelve loco. Cádiz se puede especializar en diseño, en patrimonio, es otra escala de la economía de mercado. Cádiz lo que tiene que ser es una ciudad conectada con el mundo y desde aquí se puede vender de todo porque tenemos eso, slow life y a la gente le encanta vivir lentamente. A Cádiz le cuesta ser consciente de que el mundo no es el que era. Esa añoranza del astillero... No tiene sentido. Southampton tiene un museo del mar y consigue miles de visitantes y que se hable de Southampton; Atlanta tiene ese increíble acuario. Nosotros somos una ciudad rodeada de mar, nexo entre dos mundos y no tenemos ni un museo del mar. Tenemos potencialidades, muchísimas, pero no son las de antes.

-¿Había algún indicio en su familia de que usted se iba a dedicar a estudiar los servicios de inteligencia, el espionaje?

-No, en absoluto. Mi padre trabajaba en los astilleros y mi madre era ama de casa. Yo empecé estudiando Derecho y luego seguí con lo que más me tiraba que era Ciencias Políticas. Que de ahí llegara a ser un especialista en servicios secretos fue fruto más bien de una casualidad. En mi web yo tengo una frase de Kierkegaard: la vida se vive hacia adelante, pero sólo se comprende mirando hacia atrás.

-¿Y cuál fue esa casualidad?

-Un premio convocado por Defensa al que me presenté y gané. Por entonces no existía mucho interés por el estudio del mundo de la seguridad en España. Era un campo por descubrir.

-Y descubriría que el origen de nuestros servicios secretos fue bastante chapucero. Los organizó Carrero Blanco y mire cómo acabó.

-Ocurre especialmente en los estados totalitarios que hay una distancia inmensa entre las élites y la población. El franquismo era incapaz de llegar a comprender que podía darse un atentado como el que se dio después de lo que ellos llamaban 35 años de paz. El protoservicio creado por Carrero Blanco era simplemente un instrumento para intentar evitar que se reprodujera un mayo del 68 en España. El franquismo temía a la Universidad porque allí estaba la modernidad, allí estaban incubándose las élites que les iban a sustituir. España era un país aislado que sólo miraba hacia sí mismo. Todo, también sus servicios de inteligencia, eran muy rudimentarios.

-Sin embargo, ahora estamos considerados a la vanguardia.

-Porque las necesidades de información de los distintos gobiernos en democracia han hecho que se pudieran desarrollar. Se necesitaba información sobre el golpismo, luego sobre ETA, ahora el yihadismo. Pero los servicios de inteligencia no son sólo eso. Un gobierno necesita conocer de primera mano movimientos como el brexit o cómo se opera en determinado país que puede poner en peligro las inversiones de tus empresas. No puedes basarte sólo en lo que diga el Financial Times.

-Coincidió con Carme Chacón en su clase de Derecho en Barcelona.

-Bueno, sí, pero éramos 684 en mi promoción. Compartimos orla, pero no es que hubiera una amistad. Iba a presentar uno de mis libros, ya que había sido ministra de Defensa, pero lamentablemente falleció.

-Otro de sus libros lo presentó nada menos que el director del CNI.

-No era un libro mío, sino una obra colectiva que yo coordinaba creando una especie de diccionario de inteligencia. A la Inteligencia española le interesaba evitar el colonialismo anglosajón en nuestro lenguaje. Puede parecer algo sin importancia, pero el lenguaje nunca es algo sin importancia. Es importante explicar de dónde vienen. La inteligencia sajona está marcada por la guerra fría, pero en España y en el mundo latino en esa época nosotros estábamos con nuestras dictaduras. El término subversivo era diferente en el la órbita soviética que en España. Si no interpretas tu realidad te quedas con las realidades de otros.

-La Universidad de Cádiz es de las universidades españolas con convenios con el CNI.

-El CNI se abre a las universidades, pero no a cualquiera. Nosotros teníamos cierta trayectoria. El profesor Terradillos había trabajado mucho sobre ello. En esos acuerdos no entra quien quiere sino quien puede. En la UCA hicimos un trabajo muy bonito con niños. Percibíamos que en los niños se generaba un estrés, un temor, por hechos que escuchaban en televisión e atentados. Recibían cantidad de inputs, que alguien podía matarles a ellos o a sus padres en un mercadillo navideño y sabían que a los malos los cogía la policía y que a las guerras iba el ejército. Pero quién cogía a esa gente. Fue muy curioso observar sus estereotipos. Dibujaban espías con antifaces, siempre escondidos detrás de un árbol, de un periódico...

-Ahora ha cambiado de palo. Estudia las ciudades inteligentes.

Es que en mi campo ya he aportado lo que tenía que aportar y dicho lo que tenía que decir. Yo soy muy sajón en eso y, como hacen muchos de ellos, a mitad de la vida es conveniente dar un volantazo y dejar de hacer lo que estabas haciendo. Me he pasado un tiempo buscando qué campos estaban menos trabajados y he encontrado la seguridad del futuro en los entornos urbanos.

-Inteligencia, ciudades inteligentes. Sigue con la 'inteligencia'.

-Bueno, porque los cambios hay que hacerlos poco a poco.

-¿Cómo serán nuestras ciudades?

-Nos podemos encontrar con ciudades de dos niveles, como en Blade Runner. Se va a invertir mucho dinero en hacer las ciudades más seguras gracias a la tecnología. En poco tiempo habrá centros de recogidas de datos que podrán saber quién está en una zona de la ciudad y quién en otra. Un policía equipado con unas google glasses no necesitará pedirte el DNI, sabrá quién eres y tu historial sólo con mirarte. Los drones controlarán las afueras, los polígonos.

-Suena a distopía.

-No crea. Israel ya ha desarrollado una aplicación por la cual es posible saber, en caso de catástrofe o atentado, con cuántos sanitarios, por ejemplo, cuentas en el entorno e un kilómetro y se puede actuar con mayor rapidez. Revoluciona por completo la gestión de este tipo de hechos. Incluso se podrán conocer los patrones de comportamiento en delincuentes comunes. El Moi lo tendría muy mal con todo esto, ser quinqui en el futuro va a ser algo muy complicado.

-Pero serán ciudades totalmente controladas. No sé si queremos tanto control.

-Hemos hecho encuestas y la gente está dispuesta a sacrificar parte de su privacidad si a cambio se les aporta seguridad. Pensemos en los semáforos, que serían un poco el origen de una ciudad inteligente. Los semáforos regulan el tráfico, evitan accidentes. Incluso podemos hacer que los semáforos tengan sensores y dirijan el tráfico de manera más eficaz. En el caso de la seguridad por qué vamos a tener mil policías con una foto esperando a ver si ven pasar a un sospechoso cuando se puede hacer lo mismo en lugares de mucha masificación, como el Carnaval, con lectores biométricos. Puedes proteger un lugar cerrado, como el Bernabéu, pero cómo proteges una celebración en espacio abierto como la Semana Santa de Sevilla o el Carnaval. Se trata de aplicar la tecnología para evitar las nuevas amenazas.

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