La plaza del pueblo
El Día sin Coche ha descubierto espacios urbanos que podrían convertirse en referentes para la ciudad
No creo que haya alguien en Cádiz que pueda imaginarse ahora la calle Ancha atravesada por vehículos. Ni San Francisco, o Columela. O la plaza de la Catedral transformada en un aparcamiento en superficie. O San Juan de Dios como un avenida más.
Así era, sin embargo, el centro histórico de Cádiz hace apenas unas décadas. Tomada por el coche privado y limitando el paso de los peatones por sus calles estrechas.
Conviene recuperar la memoria y recordar, quienes tienen ya unos trienios, que todas estas medidas de peatonalización fueron acompañadas por protestas diversas. Del que pretendía llegar a su casa y dejar el coche frente a su portal, o del comerciante que temía el final de su establecimiento si no se podía utilizar el coche para llegar a él.
No hubo tal apocalipsis. Hoy, las calles peatonales animan a pasear y, con ello, a acercarse al comercio. Y los vecinos saben que en muchos casos tendrán que andar un poco para llegar a su casa, lo que no importa porque el ejercicio es bueno.
En años más reciente la ciudad ha ido avanzando en la peatonalización de decenas de calles. Más allá del cumplimiento o no de las restricciones, Santa María y Pópulo son barrios para el paseo, a la vez que se han cerrado al coche otras vías de intramuros.
Todo ello son medidas importantes que, en todo caso, convienen incrementar. Y hay que hacerlo sin miedo y sin dilación, porque el ciudadano, al final de todo y aunque no se lo crea, valora una ciudad "sostenible", libre en la mayor parte de lo posible de ruidos y contaminación.
La pasada semana el Ayuntamiento Cádiz celebró el Día sin Coche con una programación de la que sobresalió cierre de la plaza de España y su conversión en un gran espacio público, sin coches.
La propuesta de la concejalía que dirige Martín Vila, resultó un éxito, logrando una aceptable respuesta de los ciudadanos, teniendo en cuenta que estábamos en un día laborable. Pero más allá de la presencia o no de público, lo importante de esta iniciativa es que descubrió para la ciudadanía un espacio urbano casi residual. A pesar de su importancia, de su cuidado diseño, de la presencia en su centro del Monumento a las Cortes, de la existencia en las cercanías de varios centros administrativos, lo cierto es que la Plaza de España nunca ha tenido una presencia relevante en la vida de la ciudad, si exceptuamos los actos relacionados con la Constitución de 1812, sin duda al ubicarse en un extremo de ella y, sobre todo, al estar siempre rodeada de coches y más coches.
De esta forma, la propuesta municipal nos ha descubierto cómo Cádiz puede ofrecer a los suyos y a los visitantes un gran espacio de calidad urbana y medio ambiental relevante si lo liberamos de automóviles y convertimos en una plaza del pueblo.
La iniciativa diseñada por el Área de Movilidad no debe quedarse en esta mera demostración. Ahora hay que dar los pasos adecuados para transformar esta plaza en un referente para el ocio ciudadano, en un ejemplo de lo que debe ser una ciudad sostenible y moderna.
Sin miedo, como antaño pasó con la peatonalización de Ancha, Columela o San Francisco, o más recientemente con la apuesta municipal del soterramiento del ferrocarril en la etapa del PP, el gobierno municipal debería de tomar las medidas necesarias para peatonalizar la plaza de España liberándola de la carga que supone su conversión hoy en un gran aparcamiento en superficie. El primer paso sería repetir la experiencia del Día sin Coche, mejorada y ampliada en cuanto a las ofertas educativas y lúdicas en todo el recinto, todos los sábados o domingos de cada semana para, más adelante, afrontar su definitivo cierre al tráfico.
Las ciudades que avanzan en la modernidad son aquellas cuyos mandatarios no temen afrontar cambios relevantes en ella. ¿Quién se acuerda de las críticas que llovieron contra el PSOE sevillano cuando éste emprendió la instalación del carril bici por toda la ciudad, hoy referente municipal en movilidad sostenible?
Ya el Plan de Movilidad diseñado en los últimos meses del gobierno de Teófila Martínez, advertía de la masificación que el casco histórico tenía de vehículos privados. Acciones como la construcción de una nueva red de carril bici o la reordenación de la rutas del autobús urbano, cuyo estudio se está haciendo esperar más de lo prometido, deberían de unirse a la ejecución con rapidez de aparcamientos alternativos que eviten al coche privado entrar en el casco, como es el previsto por el Ayuntamiento en terrenos portuarios de la avenida de Astilleros (tras la acertada decisión de no construir un estacionamiento subterráneo, y que debe servir de barrera al tráfico que llegue desde el nuevo puente). Y, a la vez, a un incremento en las vías peatonales en todo el casco antiguo.
El conjunto de la ciudadanía, y especialmente quienes residen en el casco histórico y tienen vehículo privado, deben asumir que Cádiz tiene que afrontar ya con paso decidido una transformación en su concepto de ciudad. Lejos ya los tiempos de la industria como motor de su economía, hay aspectos como el comercio, la cultura, el turismo, las relaciones con el mar que deben ser los referentes de los años venideros. Y para conseguirlo hay que tener claro que las ciudades colapsadas por el coche son cada vez menos atrayentes.
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