El verdadero tesoro del pirata
La finca privada de Beato Diego, 8 busca poner en valor su impresionante contenido Los propietarios reclaman ayuda institucional
Cuenta la leyenda, con variaciones al calor de los tiempos, que un marino marchó a Las Indias en busca de riqueza. Encontró allá fantásticos tesoros y regresó a Cádiz a reencontrarse con su amada, que lo esperó fielmente, para colmarla de oro. Aquel lobo de océano nunca volvió a embarcarse y para atenuar su tristeza, su mujer mandó a construir una casa con fisonomía naviera para que no extrañara su pasado. Hoy, la popular Casa del Pirata sita en la calle Beato Diego, 8 sigue encerrando mil y un misterios en su intrincada estructura. Desde que a finales de la década de los 30 un chicuco, del que se dice que fue el primero que trabajó la penicilina en Cádiz, la adquiriera por medio millón de pesetas, ha vivido allí su familia de la que permanecen cuatro miembros y han estado alquilados algunos seres ilustres como los Martínez de Pinillos.
Catalogada con grado de protección 0, según el Plan de Ordenación Urbana (PGOU), la finca empieza ahora a reedescubrir su verdadero valor -más allá de cuentos populares- gracias a los miembros de la Asociación para la Difusión e Investigación del Patrimonio Cultural de la Provincia de Cádiz (ADIP). Desde su aljibe de agua dulce en dos niveles al que se accede por un estrechísimo pasillo, a sus torres vigías, pasando por sus ventanales de vidrio pintado o el impresionante fresco de Abarzuza que preside el salón regio, esta casa "es una joya, no hay otra con semejante fisonomía en la ciudad, tiene un estilo isabelino único en Cádiz", explica Moisés Camacho, presidente de la asociación.
Aunque la finca del siglo XVIII es "perfectamente habitable", según aseguran Miguel Ángel Fernández -hijo del propietario de la casa- y las inspecciones pertinentes, "hay que concienciar a la gente sobre el patrimonio que existe en Cádiz, porque este tipo de fincas no están así por dejadez sino que cuesta mucho dinero mantenerlas. Estoy seguro de que si esta casa se hallara en Sevilla ya se habría hecho algo desde las administraciones. Lo peor que le puede pasar a esta finca es que esté deshabitada porque mi familia es la que se encarga de mantenerla; para hacer cualquier tipo de modificación en su estructura hay que pedir permiso". Algo que no ha impedido que hace un año, como denuncia Fernández, se hayan cometido atropellos como "la obra que realizó Aguas de Cádiz y que hizo que se cargaran la moldura de la entrada al instalar el sistema de conducción de agua".
La Casa del Pirata ha aparecido en la obra El Asedio, de Arturo Pérez-Reverte, ha servido de modelo para los estudiantes de la Universidad de Sevilla y, en la mayoría de las ocasiones, ha abierto su interior sin desearlo a cientos de curiosos que se han acercado para comprobar de primera mano qué escondía esta joya de la arquitectura local. Algo que contrasta con los diferentes escondites y vías de escape que pueden descubrirse en el inmueble si se agudiza la vista. Desde una falsa puerta de armario que comunica dos de las estancias a laberínticas escaleras ornamentadas que permitirían a aquel temido corsario de leyenda escapar de los enemigos sin ser visto, al tiempo que estos entraban en el edificio.
También destacable es una de sus dos torres vigía, "única" en palabras de Camacho, en "la que se podía controlar desde dentro del edificio el movimiento" febril de aquel Cádiz constitucional. Una ciudad universal cuyo "casco urbano es su principal tesoro", explica el presidente de ADIP. Antonio de la Cruz, otro de los expertos de la asociación, cuenta que "queremos que la finca se declare Bien de Interés Cultural y estamos recabando todos los datos necesarios para presentarlos a la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía desde que empezamos los trabajos de investigación hace cinco meses".
Por su parte, Miguel Ángel Fernández asegura que "la casa es difícil que se pueda caer ya que vibra, es flexible", debido a las vigas de madera que sostienen el techo. Recalca, además, la construcción en piedra ostionera en la estructura interior de este edificio y hasta el final del techo, "una señal de distinción, de postín" en la época. El inmueble consta de tres plantas y su superficie también alcanza los tres conocidos locales de copas que se asientan en sus bajos, que anteriormente ocuparon, por ejemplo, la litografía Müller.
Fernández y su familia buscan desde hace años el equilibrio entre la vida tranquila en una finca "que es privada" y la puesta en valor que está realizando ADIP. "En Cádiz se han arreglado casas con menos valor que ésta, a mi entender, como la Casa del Almirante. Ahora, con la crisis, no es relevante destinar recursos a una finca para que viva un señor, cuando aquí se le han abierto las puertas a todo el que ha venido y hemos visto la casa retratada en almanaques y postales. Nosotros no estamos cerrados a negociar con las administraciones. Si se rehabilitara toda la casa se haría un servicio social a la ciudad y habría una contraprestación por nuestra parte a la Junta de Andalucía, con visitas guiadas por ejemplo ", confiesa.
Moisés Camacho explica que "esta finca es una de las pocas casas de la época de 1812 que no están documentadas, que aún no se han puesto en valor. Por eso queremos desde ADIP incoar un expediente para darle la historia de la casa al propietario, que se haga público este legado". Según el presidente, "los pilares de la Casa del Pirata están bien, lo único que necesita es un lavado de cara interior, pero es muy caro, la cristalera por ejemplo está hecha de madera, no de aluminio que es más barato. Cada vez que la familia quiere hacer algo se topa con el grado 0 que tiene la finca". Es, también, una casa "que no puede expropiarse por su valor catastral, porque es histórica. Estamos seguros de que si encontrásemos a su primer propietario su valor cambiaría".
Para Antonio de La Cruz, por último, "Cádiz es la gran olvidada por la Junta de Andalucía para la conservación del patrimonio, tiene alrededor del 70 por ciento del mismo abandonado".
La Casa del Pirata: lugar de leyenda, visita obligada para comprender la importancia arquitectónica de este enclave andaluz, cobijo para familias de importante linaje y hoy otra de las joyas que esperan un paso adelante de las administraciones públicas para que su historia y tesoros no queden sepultados de puertas hacia adentro.
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