Rafael García Porras
"El PP creó unas expectativas que han provocado frustración"
Román Gubern, comunicólogo
-Un festival andaluz, Alcances, ha homenajeado a todo un símbolo de la comunicación y también de lo que Barcelona nos ha enseñado de cine.
-¿Se refiere a mí? Bueno, la razón del homenaje es muy triste. Es un homenaje a que soy muy viejo. Me gustaría tener veinte años menos y menos homenajes. Pero claro, es de agradecer que se acuerden de uno.
-En España siempre ha habido dos polos cinematográficos, Barcelona y Madrid, como en tantas cosas...
-El cine español nace en Barcelona y allí crece hasta los años 20 del siglo XX. Somos uno de los pocos países con esa bicapitalidad creativa tan marcada. Se me ocurre, en Estados Unidos, Hollywood y Nueva York.
-Barcelona sería más Nueva York.
-Por el peso del cine independiente, en su textura y en su forma de producción. Madrid se encargaría de una industria más pesada.
-La escuela de Barcelona en los 60 sería el mejor ejemplo.
-Fue un fenómeno insólito con una visión muy hedonista en pleno franquismo.
-Usted estuvo muy cerca de ese movimiento. Eran ustedes muy europeos.
-Teníamos Francia más cerca, simplemente. Íbamos a ver películas prohibidas al otro lado de la frontera. Era hora y media. Ibas, veías la película, te pasabas por la playa, mirabas esos cuerpos semidesnudos, comías y te volvías. A nuestros amigos de Madrid les daba mucha envidia.
-Pero aquello se rompió en algún momento. Vicente Aranda, uno de los miembros más señeros, se vino a Madrid a trabajar.
-Eso tiene una historia. Cuando se reinstauró la Generalitat nombraron a un director de cinematografía que montó los premios del cine catalán. Yo fui jurado. Votamos que la mejor película era Asesinato en el comité central, de Aranda y el director de cinematografía anuló el fallo porque la película no estaba rodada en catalán. Los miembros del jurado dimitimos y Aranda se vino a vivir a Madrid.
-Ahora en Barcelona hay gente en la calle. Siempre ha sido muy de calle. Usted, por ejemplo, participó en los 50 en las protestas de la huelga de tranvías, la primera huelga del franquismo.
-Éramos antifranquistas y jóvenes. Sí, yo corrí delante de los guardias, como tantos, pero no creo que tenga nada que ver con lo de ahora. Yo entonces me marché a trabajar a Francia primero y luego a Estados Unidos. Eso te cura bastante del nacionalismo, aunque yo nunca lo fui. Pero, en fin, es algo que hay que admitir, el nacionalismo, de un modo u otro, existe desde el Neolítico.
-¿Cómo viven los intelectuales catalanes no nacionalistas esta situación?
-Los que no somos independentistas estamos encerrados. Declararse español como Marsé, Herralde o Coixet, gente viajada, te hace la vida muy incómoda. Yo reconozco vínculos afectivos y emocionales con el paisaje, pero hasta ahí. De todos modos yo vengo de una familia en la que cada parte era de un bando en la guerra, así que estoy curado de espanto.
-Ha estudiado en profundidad la manipulación audiovisual. ¿Ve algo especial en la iconografía de este conflicto?
-La manipulación audiovisual es algo que viene aparejado al propio nacimiento del cine. De los trucajes de Melies y Segundo de Chomón a los falsos documentales que inauguró Orson Welles con Fake la historia del cine es una historia de manipulaciones. En el audiovisual político se miente por definición porque es propaganda. Un compañero mío en una Universidad de Estados Unidos pasaba a sus alumnos Octubre, de Eisenstein, hasta que la película se gastó y pidió otra copia a la embajada soviética. Le enviaron una en que la figura de Stalin aparecía tapada en todos los fotogramas en los que antes salía.
-¿Sigue yendo al cine? ¿Cómo ve ahora las películas?
-Voy. Poco pero voy. Intento mantenerme al día. Soy viejo para cambiar, el cine necesito verlo en pantalla grande. Quien vea 2001 de Kubrick en un celular sencillamente no ha visto 2001. En cualquier caso, no tengo la pasión que tenía, se marchó con la edad. La cinefilia es una pasión de juventud. El cine es soñar despierto y la época más plástica y receptiva de nuestra vida es la juventud.
-El cambio del consumo audiovisual ha sido revolucionario en poco tiempo.
-Es la era digital multipantalla. Yo me di cuenta en Italia, cuando estaba de director del Cervantes y conocí a una pareja que tenía dos televisores a los pies de la cama. Uno para él y otro para ella. Cada uno veía sus cosas con sus cascos. Me pareció una metáfora de hacia dónde se dirigía la comunicación de los nuevos tiempos. Estamos perdiendo el imaginario compartido. Nos individualizamos audiovisualmente y el videojuego, ese dialecto de la imagen, camina hacia la realidad virtual como expresión final del fenómeno.
Varias generaciones de estudiantes de cine y comunicación de nuestro país han estudiado con los libros de Román Gubern (Barcelona, 1934), uno de nuestros más prestigiosos comunicólogos a nivel internacional. Ha publicado 44 libros, el último de ellos, Dialectos de la imagen. El pasado viernes el Muestra del Atlántico Alcances, de Cádiz, reconoció su contribución al documental a través de la creación hace veinte años del Máster de Documental Creativo de la Universidad de Barcelona, de donde están saliendo notables profesionales.
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