Molière, sabor latino
Crítica de teatro
EL BURGUÉS GENTILHOMBRE
Obra: El burgués gentilhombre. Grupo: Mephisto Teatro. Versión y dirección: Liuba Cid. Reparto: Justo Salas, Guillermo Dorda, Rey Montesinos, Ángel Solo, Gabriel Buenaventura, Fidel Betancourt, Georbis Martínez y Jorge Ferrara. Diseño de vestuarios y espacio escénico: Susana Moreno (Ladoppia ©). Espacio sonoro: Pilar Ordóñez. Coreografía: Daniel Hernández. Diseño de luces: Antonio García-Pantaleón Ortega.
En octubre de 1670 se estrenó en el castillo de Chambord El burgués gentilhombre, una pieza teatral y de ballet que Luis XIV encargó a Molière para entretenimiento de su corte. El propio autor fue el encargado de interpretar a Jourdain, el protagonista de esta comedia que se convirtió en una de las más representativas obras del dramaturgo.
Casi trescientos cincuenta años después, el grupo cubano Mephisto Teatro se atreve con una versión fresca, desinhibida e inteligente de un clásico que no ha perdido actualidad en una sociedad como la nuestra, en la que la apariencia sigue pesando más que la conciencia; una sociedad en la que criamos a nuestros "pequeños burgueses" como si fueran nobles, mientras los nobles se sientan en el banquillo o venden sus vidas en impresentables reality shows.
Jourdain es un tipo ridículo macerado en su propia ignorancia y en las constantes adulaciones de los que se acercan a él tan sólo para aprovecharse de su dinero. Mephisto acierta con la caracterización de este personaje: ahonda en su carácter arquetípico gracias al maquillaje blanco que enmascara los rasgos del actor y lo lleva al ámbito de lo esperpéntico gracias al estudiado vestuario, que acentúa su lado grotesco. Justo Salas da vida, en el más amplio sentido de la expresión, a Jourdain, al que interpreta con gracia y desparpajo. De esta manera, consigue ganarse al público casi desde su aparición en escena.
Siete actores completan el elenco. Todos hombres, también los que interpretan los papeles femeninos: un guiño al teatro del Siglo de Oro, pero, además, una manera de incidir en el aspecto cómico de la obra, sobre todo porque los actores que hacen de mujeres destacan por su altura y, en algunos casos, por su evidente musculación.
El burgués gentilhombre de Mephisto se apoya en una escenografía sencilla y eficaz en la que la luz juega un papel protagonista. Liuba Cid ha actualizado y latinizado a Molière con referencias concretas a algunas vanidades contemporáneas (el banquete en el que se sirve a los comensales humo con aroma de ternera, por ejemplo) y ha convertido las piezas de ballet originales en números musicales de raíces cubanas.
Más allá de la pervivencia indiscutible de un clásico de todos los tiempos, los cubanos de Mephisto se empeñan en llegar al público y lo consiguen, principalmente, porque parecen divertirse, y mucho, sobre el escenario. Simpático final, con selfie incluido, con los actores entre el público en el patio de butacas.
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