El maestro Juan Martínez que estaba allí
Juan Martínez existió
juan sebastián coloma. escritor
A Juan Coloma lo que realmente le gustaba, qué curioso, era la biología. Y también le gustaba escribir: llegó a considerar - "como tantos"- estudiar Periodismo de adolescente, de cuando datan sus primeros textos "que no eran ni relatos, ni novelas". Terminó siendo juez, aunque siempre seguiría escribiendo, "a trompicones". Su primer título, Lejos de Nueva York, vería la luz a finales de los noventa, y no volvería a publicar hasta el año pasado, con la colección de historias que aparecen en Doce relatos sin piedad: "Todos ellos, presentaban una trama conjunta en la que aparecían los distintos personajes que intervenían en un jurado", explica. Algunos de ellos, han tenido el aliento suficiente para continuar su existencia en Temporal de invierno: la novela que presenta esta tarde en la Biblioteca Provincial y que retoma el universo presentado en su anterior título, con la capital gaditana como fondo.
Juan Coloma llegó de Zaragoza a Arcos hace más de veinte años y se quedó por la provincia: "En el norte, cuando dices que vives en Cádiz todo el mundo te hace viviendo en lo idílico puro, lo asocian con sus momentos buenos, con la playa, la luz, el relax..", indica. Pero la ciudad, con un tiralíneas geográfico y social muy peculiar y un pulso atlántico siempre presente, "tiene una ambivalencia, un carácter más oscuro, más terrible, que a algunos nos salta a la vista enseguida, pero que puede pasar desapercibido tras esa realidad de postal".
Esa cualidad se aprecia especialmente en "esas semanas de invierno en las que no deja de llover" y en las que, cuando cae la tarde, uno parece estar viviendo en una serie policíaca de la BBC. Ese ambiente es precisamente el que inspira Temporal de invierno (Ediciones Atlantis): novela que podría encuadrarse dentro del género negro pero en la que el autor ha intentado "evitar algunos de los tópicos propios del género".
Temporal de inviernodesarrolla cómo las vidas en torno a una mujer asesinada van cambiando y se ven afectadas a partir de ese crimen. Un periodista, Fernando, intentará desentrañar qué es lo que ha pasado: "Siempre me he preguntado cómo podría actuar un asesino en serie en una ciudad pequeña -cuenta Juan Coloma-. Y la respuesta es que no podría actuar, que sería ridículo, imposible. En ciudades como Cádiz, simplemente por demografía, no hay lugar para algo así, aunque sí para una serie de crímenes, que es lo que yo presento. Tampoco da espacio ni sentido para un villano perverso y letal, presentar policías a lo CSI resulta también ridículo, o el típico detective torturado... Sí que hay un personaje así, un fracasado, pero más bien es un tipo ambicioso que quiere recuperar lo que una vez fue y que a veces incluso lleva a la mofa. La trama tenía que adaptarse a la realidad, es decir, a personas normales".
"Al contrario de lo que lo que la gente suele pensar -continúa-, Cádiz no es una ciudad de gran delincuencia: hay otros municipios del entorno, mucho más pequeños, con un índice de criminalidad más elevado. Tiene la peculiaridad, además, de que está todo muy pegado: en Madrid, por ejemplo, es muy difícil que alguien de Serrano se meta en la realidad o conozca la cotidianeidad de Entrevías: aquí eso no sucede, especialmente, tras el soterramiento del tren. Todo está muy cerca, todo es muy próximo, y la parte positiva de esta peculiaridad es que realmente no se forman guetos absolutos. También parece que hay más marginalidad de la que realmente hay".
Cádiz, territorio de trapicheo, territorio pirata, es carne sobre todo de un "costumbrismo algo sucio, en la línea de Juan Marsé", que Coloma intenta plasmar en su novela, en la que no faltan toques de "humor ácido" e incluso "realismo mágico".
"Más allá de mi profesión, siempre me ha gustado observar a la gente, fijarme en los detalles, cómo nos comportamos -asegura Coloma-. Busco gestos, pistas... pero he sido así siempre. También ocurre que mi trabajo me obliga a toparme con la gente en situaciones que uno nunca quisiera que salieran a la luz, cuando han agredido o sido agredidos, en situaciones límite en donde, sí, se ve lo peor del ser humano. Y ya, por defecto, más allá de la sala, terminas no creyéndote nada nunca de nadie: piensas que todo el mundo te miente y que el ser humano es un desastre... Por eso, llega un momento en el que, simplemente por salud mental, tienes que intentar ir más allá de eso, ir a la situación, ver qué ha podido llevar a una persona a un agujero determinado. Y desde luego, narrativamente, ese ejercicio es muy interesante". Así, escribir es también, de alguna manera, "un ejercicio de terapia que te sirve para cambiar el chip frente a lo que te plantea la realidad, aunque se estén tratando temas similares".
"Aunque puede definirse como una novela de género negro, y la he concebido como una historia de disfrute -prosigue Juan Coloma-, lo que intento sobre todo es meterme en la psicología de los personajes: desentrañar por qué gente que pudiéramos considerar 'normal' se ve abocada a actuar de forma cruel, de matar, de ser mezquinos. Mi conclusión es que todo es una cuestión de casualidad y de pasiones: que la gente actúa por instinto y según tenga o no ocasión de cometer un crimen".
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