El mapa del miedo

Lleno hasta la bandera en el Teatro Falla para cerrar la 32 Edición del Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz. En la clausura se apuesta sobre seguro con una obra precedida de un notable éxito, protagonizada por dos actores de amplia experiencia: José Luis García Pérez y Blanca Portillo. Ella, estrella mediática, además, gracias a su participación en varias series televisivas de éxito. No estamos seguros de qué tipo de expectativas impulsaron a tan numeroso público a acudir a la representación, sí podemos decir que se encontraron con una noche de puro teatro, dos intensas horas de teatro con mayúsculas.

Juan Mayorga firma el texto y dirige la propuesta. Como autor, realiza un trabajo depurado y sorprendente, capaz de tocar resortes emocionales inesperados. Como director, consigue poner en pie un montaje complicado, en el que los cambios de ambientes y de registros se sustentan en unos pocos elementos que se accionan de cara al público. La escenografía, de una enorme fuerza en su sencillez, y el diseño de luces se complementan para convertir el escenario, casi desnudo y abierto al fondo, en los distintos enclaves en los que se desarrolla la acción. El vestuario, totalmente rojo como todo el atrezo, complementa una visión escénica única con la que se logra un gran impacto visual.

Blanca Portillo y José Luis García Pérez se enfrentan en esta obra al gran reto de dar vida a varios personajes de enorme fuerza. Los principales, un matrimonio que atraviesa una importante crisis y un anciano cartógrafo y su joven nieta que intentan sobrevivir en el gueto de Varsovia. Brillante interpretación llena de matices. Creíble y emocionante Portillo como mujer herida, como niña asustada, como anciana cartógrafa con una intensa vida a sus espaldas. García Pérez le da la réplica construyendo una serie de personajes sin fisuras. Complicidad entre ellos para asumir una interpretación arriesgada, e incluso para parar la obra y únicamente declamar un fragmento del texto demasiado duro como para soportar la impostura de la interpretación.

Nos encontramos ante una de esas propuestas teatrales valientes destinadas a convertirse en clásico porque plantea un conflicto atemporal: la búsqueda de resortes para luchar contra la pérdida y la capacidad del ser humano para sobrevivir a la tristeza y al miedo, incluso en situaciones extremas. El cartógrafo traza el mapa del teatro verdadero: emoción e inteligencia.