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Cambiemos las calles, no hay nada más importante
Tribuna Libre
He leído en prensa una noticia sobre una propuesta para cambiar los nombres de algunas calles de El Puerto de Santa María.
Como en El Puerto no hay paro, como el centro de la ciudad tiene una floreciente actividad comercial y se abren nuevos comercios cada día, como las preciosas casas palaciegas están en perfecto estado y se nos llena la ciudad de turistas visitándolas, como el plan urbanístico ha tenido un efecto inmediato y nos inundan los inversores inmobiliarios, como no hay ‘okupas’ ni gente pasándolo mal, como nuestros arrabales, calles y aceras están limpias y en perfecto estado, etc., entiendo que algunos no tengan otra cosa a qué dedicarse más que a promover el cambio de nombre de nuestras calles.
Ignacio Osborne Vázquez, el III Conde de Osborne, fue alcalde de El Puerto en los años 40 del siglo pasado. En aquella época se nombraban alcaldes a personas con capacidad por hacer cosas por la ciudad. Por supuesto sin cobrar y probablemente, como se dice coloquialmente, “les costó el dinero”. Se les pedía que fueran alcalde, no se postulaban. Es cierto que no eran elegidos en elecciones democráticas, pero tenían un sentimiento de SERVICIO PÚBLICO, que ya me gustaría que tuvieran muchos políticos hoy.
Lo mismo hicieron otros grandes hombres de El Puerto como José Mª Pastor, Fernando Terry del Cuvillo, Joaquín Calero, Eduardo Ciria, Luis Caballero, Miguel Castro, Luis Portillo, Juan Melgarejo, Fernando Terry Galarza, Manuel Martínez Alfonso, Javier Merello, Enrique Pedregal. Estos desde la Alcaldía, y otros muchos de otra forma, colaboraron para que el Puerto prosperara.
En cualquier caso el nombre del Conde de Osborne existe en el callejero de El Puerto desde mucho antes. El nombre en el callejero se debe al primer o segundo, o a los dos, Condes de Osborne que precedieron a mi abuelo, Ignacio Osborne Vázquez.
Porque Osborne es una empresa que desde su fundación ha estado siempre comprometida con El Puerto. Bien la compañía o bien la familia, han tenido una participación relevante en la promoción o construcción de la Plaza de Toros, de los pisos de ‘El Cuartel’ de la plaza del Polvorista, de la Iglesia de Las Carmelitas, la de la de Las Esclavas, del Colegio de La Salle, y muchas otras cosas que no tenemos constancia.
En época reciente, y con una excelente relación con la actual corporación municipal, entre otras muchas actividades, hemos hecho una importante inversión en la bodega de Mora, que está atrayendo turismo y generando empleo. Creemos firmemente en la responsabilidad social corporativa (RSC), y pienso que nuestra compañía cumple con esta faceta.
Por cierto, tanto mi abuelo (III Conde de Osborne) como mi bisabuelo (II Conde de Osborne) eran personas de las que hoy se llama “de bajo perfil” y sin ganas de figurar. Así que, desde el Cielo, no les importará mucho dejar de ver su nombre en una pared de El Puerto que tanto quisieron.
A nivel más personal, me gustaría aclarar algo con respecto a Tomás Cólogan Osborne, otro de los nombres que proponen quitar. Tomás era un muchacho, sobrino de mis dos abuelos, nacido en El Puerto, que le cogió la guerra civil embarcado en el crucero Baleares. Murió en un enfrentamiento bélico en el Mediterráneo el 6 de Marzo de 1938, dos meses antes de cumplir 18 años. Me imagino que la fatídica ley de la memoria histórica lo tendrá catalogado como un peligroso criminal de guerra.
Yo les pido a los grupos municipales que trabajen en facilitar y simplificar la vida a los portuenses y a las empresas que invierten en El Puerto, que son los que los soportan con sus impuestos, y no se dediquen a temas que poco aportan a la ciudadanía.
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