El parqué
Jaime Sicilia
Siguen las caídas
El Alambique
Honrado y honesto. Meticuloso y ordenado. Tímido y servicial. Exquisito en el trato, en el fondo y en las formas. Portuense. Buen hombre. Por no seguir -sin que Pepe se sienta incómodo-, ahí me quedo. Bien saben los que le conocen que, en el mejor de los casos, me quedo corto.
Presumo de ser amigo de Pepe a través de mi padre. Él fue nuestro nexo de unión, el que hizo posible que en el palomar del antiguo ayuntamiento, bajo esas crujías (que ejercían de tales), forjásemos una amistad que aún perdura. Allí, arriba, en ese áticogallinero de la Casa-Palacio Reinoso Mendoza (de las de los denominados "cargadores a Indias"), empecé a conocer y saborear el talante de los archiveros de verdad, de los narradores, de los analistas, de los muñidores de crónicas, de los historiadores en suma.
Alrededor de esa insustituible mesa de trabajo, prolongación de la pequeña ventana a la plaza (subiendo una interminable escalera, a la izquierda), imaginaba mi ciudad a través de los siglos. Y de aquellas tertulias, mi interés por defender con uñas y dientes mi ciudad y su historia.
Pepe es un servidor público a carta cabal. Esa es su tarjeta de visita. A él no le hacen falta apellidos que no sean los heredados de sus padres. Desde que lo conozco pensé que le venían, que ni pintado, aquellas primeras estrofas del caminante de León Felipe: "Ser en la vida romero/ romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos/ Ser en la vida romero,/ sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo./ Ser en la vida romero, romero..., sólo romero".
Tras esa elegante modestia que le caracteriza, Pepe tiene madera de periodista, intuición de investigador y sensibilidad de poeta. Cultiva estas tres facetas con mucho acierto. Tanto es así, que hoy es difícil entender la historia de El Puerto, sin tener en cuenta el laborioso y pormenorizado trabajo de Pepe Buhigas. Hoy a punto de jubilarse.
En el tiempo, Pepe tuvo el acierto (eso creo) de situarse -tal como aprecié en mi padre-, del lado de esa frase de Ortega y Gasset: "Quien quiera enseñarnos la verdad que no nos la diga. Que nos sitúe de tal modo que la podamos descubrir nosotros mismos". Gracias Pepe. Un abrazo.
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