Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
Su propio afán
Un daño que han hecho los monárquicos a la Corona es transmitir la idea de que se es monárquico porque sí, como de un equipo de fútbol, sin razón crítica. Conste que les entiendo, y gozan de mis simpatías, pues valoro como nada la lealtad, y, en todo caso, ellos lo han hecho sin querer, por amor a la institución e instinto. Pero han transmitido la idea de que en España los monárquicos son un club, y que a lo más que pueden aspirar los no-socios es a juancarlistas. Se han oscurecido los motivos reales que hay para agradecer la monarquía.
A cambio, los nacionalistas y los republicanos de aquí nos siguen dando grandes argumentos para el monarquismo. Cada pitada al Rey cimienta nuestra fidelidad a la Corona. En el Rey se personalizan unos valores que nos identifican y queremos defender. Pasa como con el ajedrez: una pieza, pongamos un caballo, puede no ser específicamente monárquica ni entender del todo los movimientos del rey, pero, desde el instante en que cae en la cuenta de que las piezas rivales le persiguen obsesivamente, asume, de un salto, las reglas del juego, y hasta qué punto la defensa de su color pasa por su servicio al rey.
La defensa no es lo único que su Majestad encarna y cataliza. Ayer, con su presencia en la celebración del 150 aniversario del Diario de Cádiz, lo entroncaba con la historia de España y sus instituciones. Trataré de explicarme. En la mayoría de los artículos que hemos escrito celebrando por todo lo alto la impresionante efeméride, hemos recurrido a nuestros pequeños recuerdos y peripecias personales. Por supuesto, todos somos muy conscientes de que el Diario de Cádiz ha sido un instrumento de la libertad de prensa y un puntal de la sociedad civil de la provincia y de Andalucía. Pero eso quedaba muy abstracto, y preferimos lo personal. El carisma de un rey es fundir familia y Estado, biografía y símbolo, y, por tanto, hacer constar en este caso, con su presencia y sus palabras, la importancia histórica del periódico y su relevancia particular para cada uno, entroncadas, como en él se entrelazan vida y signo. Contra las abstracciones, el Rey propicia que se perciban solemnemente los principios sin renunciar ni a un ápice de emoción íntima.
Pasó ayer en Cádiz, y por todo el país todos los días. Nos ponemos al servicio del rey por pura correspondencia. Su Majestad está al servicio de todos (y, cuando digo todos, quiero decir España).
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