Náufrago en la isla
Manuel Muñoz Fossati
Lo importante es el tamaño
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HOY, la Familia Marianista de todo el mundo está de fiesta porque Guillermo José Chaminade, su fundador, cumple 250 años.
Chaminade vivió 90 años. Una vida repleta de gozos y sobresaltos. Vivió dos grandes revoluciones en Francia, su país natal: las de 1789 y 1830. Perseguido por la policía, conoció lo que es vivir con su cabeza puesta a precio y el exilio. Sufrió registros en su casa, confiscación de documentos, detenciones, e, incluso, la cárcel. Padeció la incomprensión de algunos sectores de la Iglesia. Y, en la última etapa de su vida, también la de algunos marianistas.
Chaminade tuvo una vida larga y azarosa, pero fue feliz. La fe era su fuerza. Se sentía llamado por Dios a hacer algo importante con su vida, y lo hizo. Nunca tiró la toalla. Por eso, hoy en día, miles de personas seguimos encontrando en su vida y en su mensaje inspiración y ayuda para vivir y ser mejores cristianos.
"Chaminade. Santo y desconocido" iba a titularse este artículo. Porque creemos que nuestro fundador no es suficientemente conocido, los laicos y marianistas de la Familia Marianista de Cádiz hemos escrito este texto. Para compartir con los lectores algunos aspectos de su personalidad.
Comenzaremos con unos datos biográficos. Nace en 1761 en Périgueux, al sur de Francia. Ordenado sacerdote antes de la Revolución Francesa, decide quedarse en Burdeos una vez estallada aquella. Perseguido por no jurar la Constitución Civil del Clero que sometía la Iglesia al poder civil, vive y desarrolla su ministerio sacerdotal en la clandestinidad. Obligado a exiliarse a España en 1797, residirá en Zaragoza. Allí, durante tres años, reza y trata de organizar su futuro una vez que pueda regresar a Francia. La experiencia de Zaragoza, a los pies de la Virgen del Pilar donde pasó muchas horas de oración y reflexión, le marcó para siempre.
Regresó a Burdeos en 1800 con un firme propósito: trabajar en la recristianización de Francia. Para hacerlo, Chaminade no se apoyará en las estructuras tradicionales. A tiempos nuevos, métodos nuevos, dirá, responsabilizando a los laicos de la evangelización. Por eso Juan XXIII dijo de él que "era un precursor, un adelantado a su tiempo". Dirigiéndose directamente a los jóvenes, fundó la Congregación de Burdeos. Cientos y cientos de jóvenes se hacen congregantes, formándose en la doctrina y valores cristianos, y viviendo un fuerte compromiso social (visita a cárceles, trabajo con prostitutas, con niños limpiachimeneas, etc.). Poco a poco empieza a surgir también la preocupación por la educación como medio privilegiado para el desarrollo de las personas.
En 1816 junto con Adela de Trenquelléon fundan las Hijas de María Inmaculada, y al año siguiente, los religiosos marianistas. El fin de ambos Institutos religiosos es anunciar el Evangelio en alianza con María -Madre de la Juventud- en su misión de seguir trayendo a Jesús al mundo. "Todos sois misioneros", repetía Chaminade.
Al final de su vida el P. Chaminade sufrió a consecuencia de malentendidos e incomprensiones. No perdió nunca su fe ni su esperanza. Cuando murió, el 22 de enero de 1850, se decía en Burdeos. "Ha muerto el santo". Años después, el 3 de septiembre del 2000, Juan Pablo II lo proclamó beato.
El P. Chaminade fue un maestro espiritual. Reclamaba el respeto a la conciencia. Decía que el educador marianista, lejos de imponer la religión, solo "la debe insinuar en el espíritu y en el corazón de los hombres". Luego, el buen ejemplo hará el resto; porque no solo lo malo, "también lo bueno se contagia".
Creía en el diálogo, sabía escuchar a los demás, y respetaba los ritmos personales de cada uno. Pedía "no rechazar como malo lo que no es absolutamente bueno", porque reconocía que también existe mucha verdad en quienes opinan de modo distinto a nosotros. Juan Pablo II, al beatificarle, destacó la creatividad del P. Chaminade "para llegar a quienes se han alejado de la Iglesia".
Como dice el marianista José María Arnaiz: "Al P. Chaminade le tocó pasar página en la historia. Vio varios ocasos; y en las noches oscuras alcanzó a percibir los albores. En la frontera entre dos épocas supo hacerse camino hacia el nuevo tramo de la historia y vivir con audacia y lucidez en una revolución sociocultural y política. Por eso es maestro de aquellos a quienes les toca abrir brechas, líder que sustituye barreras por horizontes".
¡Felicidades padre! ¿Nuestro regalo? ¡Seguir tus pasos! Haciendo siempre, como dijo María en Caná, lo que Jesús nos diga.
POR la misma estructura del tiempo y las capacidades humanas, el futuro es algo desconocido. No es posible asegurar lo que sucederá ni en un futuro inmediato. Son demasiadas cosas las que intervienen para que algo ocurra o deje de ocurrir. A esa confluencia de variables también se le llama azar, y al resultado que produce, suerte.
Sobre el azar se puede influir de forma muy vaga. Una manera es la precaución. Por ejemplo, usted puede ir a la playa en un día de verano llevando un paraguas. Si hay mala suerte y ese día llueve, la precaución le ha hecho estar prevenido para la lluvia. Otra manera de influir en el azar es mediante la información. Si antes de comprar un cupón de la ONCE supiéramos que el premiado va a terminar en un número par, la probabilidad de mejorar nuestra suerte aumentaría. De todas formas parece claro que esta manera no es viable.
Hay personas que están convencidas de que pueden influir en el azar mediante actuaciones propias que nada tienen que ver con su suerte. Se trata de las supersticiones, algo bastante extendido. Una muy popular es la que hace referencia al número trece. En España el día martes y trece, y en otros países el viernes trece. Pero este número no tiene el mismo significado siempre. Hay lugares donde el trece es el número de la suerte, y en otros es un número indiferente para la fortuna.
Un caso distinto ocurre en Japón, donde el número cuatro es sinónimo de mala suerte. Tiene su sentido, porque en japonés la palabra cuatro se pronuncia de forma similar a la palabra muerte, "shi". Esto afecta a hoteles y a hospitales, porque nadie quiere ir a la planta cuatro.
La realidad es que no podemos influir sobre la suerte, y para un amigo desearle buena suerte es un deseo importante. Es como decir que en ese futuro desconocido el azar haga que la suerte caiga de su lado. A veces decimos suerte o mucha suerte ante una situación concreta, deseando siempre que sea buena. Lo mismo le deseo a usted que ahora lee esta columna: mucha buena suerte.
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