Con la venia
Fernando Santiago
Quitapelusas
Su propio afán
El tiempo corre en contra del paso hacia delante de Susana Díaz. Al principio, a sus milimétricos cálculos sólo les restaba un pequeño detalle: los malos índices de su gestión, pero sumaban la falta que Susana hacía a un PSOE sin liderazgo y su costumbre de ganar elecciones. A base de esperar, apareció como la decapitadora sin piedad de aquel pollo sin cabeza. La famosa intervención de urgencia en la sede del PSOE dejó dos damnificados: el defenestrado Pedro Sánchez y la defenestrante Susana Díaz. Ya eran dos restas en contra de una suma. Y ahora las encuestas, que eran su punto fuerte, empiezan a ponérsele de espaldas: ocho puntos y medio por debajo. Si Susana Díaz pierde apoyo en la opinión pública andaluza, tendrá muy poco que hacer de Despeñaperros para arriba.
Entrando, encima, en una dinámica negativa. Las expectativas generadas por su supuesto y pospuesto salto al liderazgo nacional, si defraudadas, incidirán en una caída de prestigio, que, a su vez, irá socavando sus opciones para optar a la secretaría general. Un círculo vicioso de toda la vida, vamos.
A estas alturas, haciendo una evaluación de daños, se puede concluir que es mucho lo que Susana ha dejado atrás. Si no va a las primarias, pierde prestigio. Si va, puede perder o ganar. Si pierde, se le abrirá un abismo a los pies en la misma Andalucía. Si gana, con todo lo que ya hemos explicado -rencores por su comportamiento en la caída de Pedro Sánchez, un PSOE al que se le echaría en cara la gestión andaluza, el desgaste de la marea blanca, sus defensas de la comunidad que no se compadecen con un perfil de líder nacional, como el enfrentamiento fiscal con Madrid, donde Susana ha abogado por la armonización fiscal por arriba, metiendo presión...- si gana, pues, será una victoria sin presión. Cuando descorchen el champán para celebrarlo, verán cómo llega sin gas, después de tanto meneo.
Lo tiene más difícil, y bajando. La conclusión del lector que me haya seguido hasta aquí abajo podría ser que, por tanto, no se presentará. Pero esa inercia descendiente le va a forzar a intentarlo. Va sin frenos o los frenos ya no le van a responder. Sólo un apoyo masivo en Andalucía cubriría una renuncia a presentarse, y no lo tiene. No le quedará más que aprovechar la firmeza que aún le queda para dar el salto hacia Madrid, jugándoselo todo a todo o nada. Lo que siempre fue una huida hacia delante, y a contrarreloj.
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