Enrique Gª-Máiquez

Diferente, no indiferente

Su propio afán

Una cosa es que no vaya a haber una derecha alternativa, y otra, que seamos estancos a los nuevos aires

13 de noviembre 2016 - 02:05

Las luchas de poder dentro de Podemos no son un asunto (sólo) interno. Errejón, esto es, el sector pragmático (dentro de lo que cabe), ha perdido frente a Pablo Iglesias y su apuesta por el extremismo. Así como Ramón Espinar ha vencido a Rita Maestre, Teresa Rodríguez triunfará en Andalucía, apoyada por Iglesias y más escorada aún a la izquierda. Se abre para el PSOE una rendija de oportunidad, despejando el campo a la izquierda moderada. No la aprovechará, porque el PSOE entró en la dinámica de no aprovechar ni una.

El otro gran beneficiado es el PP, que, a la chita callando, se lo embucha todo. El Podemos que saldrá de aquí será todavía más populista y eso concentrará el voto del miedo en las urnas populares.

Pero, además, contribuirá a bloquear en España la posibilidad de un partido de derecha tipo Trump, como ya los hay, con variables considerables, en Austria, en Francia, en Alemania, en Italia, en Finlandia, en Polonia, en Hungría, en Inglaterra... En España, cuatro factores hacen que no vaya a surgir nada similar. 1) La existencia, como decimos, de Podemos, que recoge el voto anti-sistema y el rechazo a las instituciones, aislándolo de los otros vectores, que lo harían más potente. 2) Los nacionalismos periféricos hacen con el auge de lo identitario radical lo que Podemos con el populismo: una salutífera sangría estanca. 3) La ausencia de una presión migratoria descontrolada evita reacciones exacerbadas. En parte, porque nuestra economía no ha tenido tanto efecto llamada, en parte, porque la inmigración hispanoamericana es otra cosa, aquí la inmigración no se percibe como el problema vital y acuciante que es en otros lugares de Europa. Y 4) el PP, siendo un partido institucional y de mayorías, aún conserva un halo de malditismo gracias a las campañas de desgaste que ha sufrido y sufre de los medios hostiles y de la, digamos, intelectualidad. Eso hace que pueda aprovecharse de la épica del voto a contracorriente, que tanto juego ha dado a Trump.

En resumidas cuentas, España es diferente, y por nuestro horizonte no se atisba ningún partido vaya a sumarse a las derechas alternativas que recorren el mundo. Con eso, el PP tiene bien guardadas sus espaldas. Lo interesante será observar cómo modula su mensaje de centrismo a toda costa para dialogar con esos aires que vienen, poderosos. Que seamos diferentes no quiere decir que podamos permanecer indiferentes.

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