Enrique Gª-Máiquez

Kelly y Park

Su propio afán

Robert Kelly iba a hablarmuy serio en la BBC de la situación política de Corea, pero salió todo lo contrario

12 de marzo 2017 - 02:06

Muchos de ustedes habrán visto ya el vídeo del profesor inglés (y su vivaz familia). A Robert Kelly le hacía una entrevista en directo la BBC, nada menos, para que analizase la destitución de Park Geun-hye, la presidenta de Corea del Sur. Más sesudo imposible. Entonces, se abre la puerta de su despacho y entra una niña, su hija, andando con aspavientos de dibujos animados, casi bailando, seguida por su hermanito en un taca-taca. El padre hace un intento ortopédico, contorsionista y estéril de sacar a la niña de plano. Después, como en una operación de cuerpos especiales, entra derrapando la madre, y atléticamente los saca y cierra la puerta con mucha más eficacia, como suelen las madres. Mientras tanto, la entrevista ha seguido con el caballero haciendo equilibrios abochornados en el alambre de su profesionalidad profesoral.

Los equilibrios eran con Red y el vídeo se ha hecho viral. Enseguida, la gente se ha puesto a escoger su momento favorito: si la niña y sus andares de cuento infantil, si la maravilla vintage del taca-taca, etc. En condiciones normales, yo hubiese escogido la poderosa intervención de la madre, que me parece un cóctel de amor conyugal, de cariño a sus hijos y de excelente forma física.

Sin embargo, hay un momento en que Robert Kelly sonríe y es maravilloso, porque se le dulcifica la expresión. Hasta entonces, tenía la cara de plástico que nos ponen las cámaras y las conexiones en streaming, aumentada por la trascendencia del destino político de Corea del Sur y por su sofoco particular. Pero los hijos, la madre y la situación le arrancan una sonrisa que le ilumina el rostro. Es un segundo, pero es mi favorito.

Resume el mensaje del vídeo, que se ha convertido en un recordatorio de que nos importa, sobre todo, la familia y la vida personal, más incluso que el Extremo Oriente, sin faltarle al Oriente ni a la presidenta despresidida. Por una maravilla de justicia poética, el señor se llama Kelly, que es como se dice "casa" en argot de toda la vida. Lo recoge incluso el María Moliner, aunque con "q". Con k queda más propio: "Voy pa mi kely". El profesor que involuntariamente ha mostrado al mundo la importancia y el atractivo global de la familia y de la casa se llama Kelly. Y la presidente cuya suerte nos importa, pero no tanto, se llama Park, lo que a su vez nos suena a foro público, que, siendo vital, jamás nos emociona como la kely. Qué chulo.

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