La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Su propio afán
Una tentación que el columnista tiene que resistir es la de convertir su artículo en una carta al director. Cada género tiene su ámbito y una columna no está para airear nuestras quejas, por muy airados que estemos con Citypaq. También se usan las cartas al director para ensalzar una figura (generalmente con ocasión de su deceso) o para agradecer un servicio (en especial, los cuidados hospitalarios), y se leen con gusto. Yo hoy vengo aquí a ensalzar y a agradecer y, para que no parezca intrusismo en los terrenos de la carta al director, tendré que remontarme un poco.
Los Reyes Magos trajeron a mi hija un patinete. Andaba mal y lo achacamos a nuestra falta de pericia patinadora. Seguía andando fatal y pensé que, como era de esperar, yo no había sabido montarlo. Intenté hacerlo mejor varias veces con un juego de llaves Allen. Nada. Me propuse llevarlo de inmediato a la tienda. Pasaron meses.
El otro día oí a mi hija suspirar por el pasillo: "Los Reyes Magos, pobres, no sabrían que el patinete que me traían estaba mal…" Se me rompió el corazón mágico-monárquico. Y llevé el patinete a la tienda, con menos papeles que una liebre -todas las facturas perdidas- y con la única esperanza de que dieran allí con la llave Allen.
Y aquí es donde aparecen Davinia y Alberto (digo sus nombres por si a Decathlon del Puerto le interesa saber que tiene dos empleados encantadores, no por hacer publicidad). Ellos escucharon mi explicación con cara de compunción, sin echarme en cara ni mi procrastinación paterna ni mi caos con las facturas ni mi desastre con las llaves Allen. Eso se agradece. Luego buscaron durante muchísimo tiempo en las profundidades de sus archivos informáticos hasta dar al fin con mi compra de los populosos días antes de Reyes… y me cambiaron el patinete sobre la marcha.
No se trata de agradecerles nada (para eso ya he escrito a su empresa), sino de ponderar la maravilla del trabajo bien hecho y del trato delicado. Miramos demasiado a los políticos buscando soluciones y no aprendemos de los que, en el día a día, solucionan cosas.
A mi hija, junto a un zapatito en el salón, le apareció el patinete nuevo. Le está costando asumir que los Reyes han hecho horas extras en marzo. Yo le explico que tienen mucho pundonor, que no les gustó nada haber regalado algo defectuoso y que, si hay que trabajar más, ellos se arremangan. Y pienso en Davinia y en Alberto; y me lo creo.
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