La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Su propio afán
Las declaraciones de los nacionalistas son independentistas de toda lógica, pero tienen su estrategia. Las últimas de Neus Munté creen que todo el monte es orégano y que aquí nos chupamos el dedo. Rechaza, airada, el ofrecimiento del Gobierno de España de votar el referéndum de independencia en las Cortes. Ahora ya no vale votar, vaya, con la matraca con las urnas que llevan dando. Que Mariano se esconde detrás del poder legislativo, como antes se escudó tras el poder judicial, dice Neus.
Lo que tácticamente se parece mucho al chulo del patio de colegio que acusa a otro compañero de ser un cobarde para que no se atenga a las normas de convivencia. Si alguien se salta la ley, acudir a los tribunales no es escabullirse, sino dar la cara donde corresponde.
Si alguien pretende disponer de la soberanía nacional en un territorio, la sede de la soberanía nacional es el lugar adecuado para tratarlo. Como explica Cristian Campos: "Lo que se está exigiendo en Cataluña es decidir unilateralmente sobre una parte de España cuya soberanía pertenece a todos los ciudadanos españoles. En este sentido tanto daría que los catalanes decidieran regalarle Galicia a los portugueses o Málaga a los malayos. Suyo es el 16% de la decisión, efectivamente, pero el restante 84% le corresponde al resto de los españoles".
Los nacionalistas no quieren ir al Congreso, y hemos de entender su móvil. En verdad, perder la votación les importa muy poco: al cabo, fomenta su victimismo, del que viven. Pero el Congreso resulta incompatible con el previo reconocimiento tácito de que tienen una soberanía para negociar de tú a tú. Por eso, recurren a un truco tan infantil como acusar al Gobierno de achicarse, provocándolo al cara a cara. Pero, siendo en la ley, no hay ningún deshonor en escudarse.
Tras oír a Neus Munté, he comprendido por qué para los griegos -reléase Arquíloco- el escudo era el símbolo del honor y abandonarlo en la batalla se consideraba la prueba irrefutable de la cobardía. Por lo mismo, se exhibían las armas de la casa en el escudo en la Edad Media y para siempre. En ambos casos se nos indica que la capacidad de defender lo propio es la base de cualquier derecho o dignidad. Los nacionalistas le acusarán de esconderse, pero yo insto a Rajoy a que se escude. Todavía más y del todo: en la Constitución y el Derecho, por favor, que para eso están, y que no ceda a la tentación de descubrirse.
También te puede interesar
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
El mundo de ayer
Rafael Castaño
Tener un alma
El Palillero
José Joaquín León
Propietarios o proletarios
¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La semana ‘horribilis’ de Sánchez
Lo último