La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
El pinsapar
Hamelin Puigdemont lleva a miles de catalanes al despeñadero, Kim Jong-un pone al mundo ante el apocalipsis nuclear y Ubrique, o sea, su alcaldesa Isabel Gómez y los empresarios de la localidad, hace sonar las campanas de la parroquial para que lleguen a sus calles más de un centenar de pintores de todas partes. ¿Vivimos en el mismo mundo? Inevitable que recuerde el Puertas Abiertas de Medina Sidonia, blanca hasta la línea del cielo, Villaluenga del Rosario en la majestad de su humilde caserío en la ladera del Caíllo, el Corpus de Zahara, el viernes santo de Setenil de las Bodegas, Arcos, los modos diversos de afirmar la hermosura del ser gaditano de los cuatro puntos cardinales de la provincia. Pero decía que más de un centenar de pintores "tomaron" Ubrique el sábado, se apostaron con sus caballetes en las esquinas de sus calles y plazas increíbles armados con pinceles y espátulas, óleos y acrílicos, carboncillos y todo ese armamento con el que construir -¿reconstruir?- la belleza inmarcesible de un pueblo levantado en el hueco que hacen las montañas, el conjunto de todos los blancos bajo el azul con algunas nubes quietas de un cielo que es el fondo del gran óleo de la piedra que sube más allá de la mirada.
No descubro nada, Ubrique es para inclinar la cabeza por su blanca majestad con flores, sus calles que suben hacia el Convento y el Çalvario por un laberinto convertido en belleza. La impresión parecía de haber sido planificado todo, desplegada esa tropa que mira y recrea a la vista de todos. Es la novedad. La pintura al aire libre, en la Plaza de la Verdura o de la Fuente que regala el agua fría, es la película del milagro de crear de la nada que es un lienzo blanco, de traer el joyel de un pueblo a esa superficie donde se concentra el arte de mirar. Porque hasta el que pasa cada día por ese lugar insólito no ve muchas veces el esplendor cotidiano. Y luego en la plaza de la fuente que mana agua fría y está la Casa Consistorial se ponen los caballetes con las obras ya finalizadas para que el pueblo las mire y las premie, junto a un jurado que, como la vez última, lo tuvo más que arduo por la extraordinaria calidad de las obras.
Ya la plaza llena de pintores y de sorprendidos por el espectáculo insólito, llegado el momento, van llamando a los premiados. Son muchos pero los últimos en ser llamados son los tres premios más importantes. Aplausos y admiración. Y mi pensamiento en la otra cara del mundo. Ubrique, recordad.
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