El Palillero
José Joaquín León
Noviembre, el mes de Falla
Gafas de cerca
Bárcenas, ese ibérico eslabón perdido de los Soprano, nos regaló ayer en su juicio una perla terminológica para quitarse el cráneo: "Contabilidad extracontable". Las cenizas de Fray Lucca Paccioli, creador de la partida doble, los libros diario y mayor y los balance, se habrán vuelto rescoldos por un rato. Bárcenas, sabedor de la seguridad de sus cofres ginebrinos repletos de dinero extracontable y del miedo que su boca da a sus ex compañeros de partido, es el ejemplo más señero de la corrupción de la España que engordaba para reventar, al alimón con Rafael Guerrero, el director general de la Junta de Andalucía que despachaba entre gin-tónics de alta expresión, polvitos nerviosos y muslámenes eslavos. Hubo ingenuos, como éste que escribe, que pensaron en los ochenta y los noventa que este país era bastante digno, nada que ver con nuestras antiguas colonias o con Italia. Pero no era cierto. Las brasas del calentón económico artificial ocultaban la putrefacción en curso.
Por territorios, la corrupción en España se distribuye de manera desigual, según el primer estudio estadístico del Consejo General del Poder Judicial, presentado hace unos días. Cataluña es la líder en corruptos procesados, seguida de Andalucía. Según el informe, el País Vasco podría parecer un paraíso de la honradez, pero los hijos de Aitor no tienen costumbre de pisarse la manguera, quizá una rémora de los tiempos de la omertà vía parabellum, y no investigan ni mandan a la Policía a detener a nadie a su casa: quién cree en la bondad arcádica de un PNV o una Herri Batasuna. Lo de Cataluña era previsible -aquel "tres por ciento" al que aludía Maragall en el propio Parlament-, aunque muchos allí prefieren atribuir el dudoso honor de su liderato a la "persecución española". No a los 30 años de mangazo y comisión del Pujolato. Dice Loquillo, con más razón que un roquero viejo, que a él no le roba España, le roban los Pujol. Pero el nacionalismo en vena es vaselina para las tragaderas. Andalucía, donde también se da una inveterada hegemonía monopartido -abono para la corrupción-, sube al podio en segundo lugar, lo cual era previsible por el número de individuos que implica un caso como el de los ERE falsos, mucho más popular que el de los Pujol Ferrusola y los fenicios afectos a CiU. Si es plausible identificar los primeros puestos con las comunidades más corruptas, no menos lo es reconocer que también influye el ingente trabajo de la Justicia catalana y andaluza. Porque lo del País Vasco, que se lo cuenten a otro.
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