Enrique Gª-Máiquez

Suicidios de género

Su propio afán

El asesino que despuésse suicida le quita, además, toda la fuerza trágica a su suicidio

27 de diciembre 2016 - 02:03

Como todo el mundo, pienso que aquellos que, después de asesinar a su mujer, se suicidan harían mejor en alterar el orden de los factores. La idea se ha vuelto a repetir mucho con el horror de Alfons Quintà y Victòria Bertran. Pero quisiera añadir alguna precisión. No dejo de ver en esa argumentación del orden de los factores una tenue pero indudable justificación de la pena de muerte (preventiva) que produce cierta incomodidad de conciencia. "Mátese usted antes" podría pedírsele también a cualquier asesino en general y en particular a los yihadistas suicidas.

Permítanme, por tanto, tres notas que complementan la ligereza de la frase del suicidio previo, convertida ya en una respuesta automática. Serán 1) una observación incómoda, 2) una fundamentación metafísica y 3) una propuesta vital.

1) Supone una falta de análisis equiparar la violencia contra las mujeres cuando el hombre se suicida y cuando no. En el primer caso, hay una desesperación por parte del asesino que no debemos soslayar, si queremos entender qué pasa, para buscar soluciones. Sin que el suicidio, por supuesto, redima de nada al asesinato.

2) La defensa o fundamentación de fondo de la frase se basa en que el suicidio implica entrar en la nada más absoluta e indolora, según piensan los que se suicidan. Entonces, ¿por qué no adelantar, en efecto, esa anestesia moral permanente, sin segar la otra vida? Aunque actúen movidos por el odio o por el rencor o por un dolor amoroso insoportable, el suicidio acabará con esos sentimientos mucho mejor que el crimen. De paso, permitirá que la sociedad analice qué está pasando en algunas relaciones de pareja para que generen tanta desesperación. Ahora, con los asesinatos machistas, esa desesperación se disuelve en la ignominia, y pierde toda su fuerza trágica.

Y 3) Con todo, lo preferible es el suicidio adelantado, si no hay otro remedio; sobre todo, si es, además, virtual. Esto es, pensar que uno ya se ha matado, y empezar una vida de resucitado partiendo de cero. Puede hacerse. Conmigo está Krzysztof Kieslowski, el autor de la trilogía Azul, Blanco y Rojo. Bastaba un suicidio fingido (en Blanco) para escapar de las auto-redes del odio, el resentimiento, la depresión y la desesperanza. Más vale suicidarse antes, vale; pero vale muchísimo más suicidarse antes en un plano imaginario. Eso lo recomiendo vivamente y sin problemas de conciencia, con todas mis fuerzas.

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