Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
Su propio afán
Para el que no sea católico, lo de los Pujol usando (presuntamente, ellos lo niegan, como tantas cosas) un lenguaje religioso para encubrir manejos de dinero negro es apenas una anécdota chusca, como de La escopeta nacional o de Torrente, algo surrealista con lo que echar unas risas. Hay una sensibilidad a la blasfemia que sólo produce la fe, naturalmente. Asumamos, pues, que ante Marta Ferrusola llamándose a sí misma "Madre Superiora" para mover millones de pesetas corruptas hay un especial escalofrío de asco exclusivo para el cristiano.
Lo que no quita para que luego, tras las risas, todos podamos calibrar lo que transmiten tales expresiones. Imaginemos, gracias a una extrapolación sencilla, que los Pujol, en vez de una familia burguesa de toda la vida, fuesen unos líderes marxistas y que, para sus negocios turbios, hubiesen hablado del Sindicato y de la lucha de clases. Cualquier progresista entendería entonces qué extremo habían alcanzado en la propia perversión y cómo la corrupción había hozado en el corazón de sus principios más íntimos.
En el caso del lenguaje religioso, además, se pone de manifiesto la idolatría al dinero, al que se rodea de todos los atributos de lo sagrado. Están a un tris de echarle incienso. Lean este (supuesto) escrito de Ferrusola a la Banca Reig de Andorra en el que trata de "reverendo", nada menos, a su gestor. Reza: "Soy la madre superiora de la Congregación […] Desearía traspasar dos misales de mi biblioteca a la biblioteca del capellán". El capellán era su hijo. Suena, sí, a La escopeta nacional; pero llamar "misales" a los millones va más allá, si caemos en lo que son los misales. Tratándose de dinero negro, el tufo a misa negra, aunque sólo sea por contagio lingüístico y connotación, da grima.
Queda claro, en todo caso, que de la abundancia del corazón habla la boca y que lo que tenían éstos en abundancia eran millones y que, para tratarlos con el máximo respeto que les pedía el espíritu no podían llevarse a la boca más que palabras de reverencia y sacralidad. "No exageres", me advertirán algunos amigos. "Era una clave secreta sin más, como cualquier otra". Ser la burguesía tradicional de Cataluña y andarse con esas bromas y luego declarando que sus hijos no tenían, pobrecillos, ni cinco demuestra ningún respeto a la tradición y a la verdad. Con la estelada y el procés, en cambio, y con el diners, sobre todo, pocas bromas.
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