Con la venia
Fernando Santiago
Quitapelusas
Su propio afán
Han saltado las alarmas médicas por una práctica sexual (dicen que de moda) llamada "muelle" que implica un alto riesgo de enfermedades, aparte de una trivialización del sexo muy descarnada. Los jóvenes se aburren, explica un periódico, y buscan nuevas estimulaciones.
La cosa me la habían explicado hace tiempo, y no me cogía de nuevas; pero he leído la noticia el día después de haber visto un capítulo de la serie policíaca danesa Forbrydelsen. En él, los policías creen haber descubierto a los asesinos de un horrible crimen sexual gracias a un espantoso vídeo casero de unos adolescentes. Después de varios interrogatorios, comprueban que aquello tan sórdido, violento e impúdico era una relación consentida y considerada ordinaria. Apenas tiene incidencia en el argumento, pero la confusión de la policía resulta muy significativa. ¿Qué relaciones juveniles son ésas que pueden pasar ante los ojos de unos expertos como la escena de un crimen?
Uniendo la noticia con la ficción -que retrata, como es aristotélico, un ambiente verosímil-, uno se pregunta qué será el sexo para muchos muchachos. En el periódico, los especialistas apostaban por contrarrestarlo todo con más educación sexual. Estamos hablando de generaciones que ya la han recibido bastante. No sé si el método se ha ganado la confianza que tantos parecen tener en un aumento de las dosis.
Quizá tendría que intentarse una sublimación del sexo, que no puede ser otra que el amor, del que se le ha desvinculado. Santo Tomás de Aquino fue capaz de afirmar que, si no hubiera mediado el pecado original, "el acto carnal hubiese sido una insondable plegaria". Podríamos aspirar a esa plegaria, y proponerla.
Uso el condicional porque sé que nadie me hará ningún caso, pero aportarían mucho unas clases de educación sexual que empezasen por leer las novelas de Jane Austen, y que continuasen viendo comedias románticas en blanco y negro, recalando en la poesía, hasta dar en la insondable plegaria.
Por ahora se ha intentado luchar contra el machismo sospechando de la virilidad, pero sería mejor revitalizar la caballerosidad. Se ha tratado de dominar el sexo trivializándolo, como si no fuese una energía más poderosa que la nuclear. Los resultados están a la vista, aunque se hace lo posible para que no se vean. Como yo soy muy partidario, creo que el sexo merecería que nos lo tomásemos más en serio (lo que, además, no aburre nunca).
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