José María Agüera Lorente

Trump, el 'mesías' del sionismo cristiano

La tribuna

El vínculo sagrado entre Israel y Norteamérica es la Biblia, texto en el que se celebra el genocidio de pueblos vecinos y se anima a la ocupación de nuevas tierras

Trump, el 'mesías' del sionismo cristiano
Trump, el 'mesías' del sionismo cristiano / Rosell

17 de mayo 2018 - 01:38

Donald Trump sostiene que no hay una «equivalencia moral» entre los israelíes y los palestinos. En las últimas semanas esa creencia se ha materializado de forma contundente mediante la ruptura del pacto nuclear con Irán y, desde hace un par de días, con la inauguración de la embajada estadounidense en Jerusalén.

Sus decisiones tienen un fundamento religioso que se halla inscrito en el imaginario colectivo de una parte significativa de la ciudadanía estadounidense. La creencia en una genealogía que nos conecta con un origen que certifica nuestra superioridad moral es esencial para mantener inquebrantable la fe en un destino común que trasciende nuestra contingente existencia de seres mortales, y convierte en algo natural la asimetría moral entre un nosotros, siempre los merecedores de lo mejor, y un ellos, de los que siempre habrá que desconfiar.

La clave ideológica de la actitud del presidente norteamericano es el sionismo cristiano, un movimiento activo en los Estados Unidos ya en 1810, antes de que naciera el sionismo judío en la década de 1880. Desde sus inicios ha sufrido diversas mutaciones, pero su puntal es la Biblia y una historia compartida de expansión y limpieza étnica sacralizada como la voluntad de Dios. El escritor Hermann Melville lo sintetizó en unas frases que expresan una creencia que a buen seguro se trasluce en la conducta histórica de su patria: "El pueblo estadounidense es especial, es el pueblo elegido: el Israel de nuestra época; somos los depositarios del arca de las libertades del mundo".

El vínculo sagrado entre Israel y Norteamérica es la Biblia, claro está, texto en el que se celebra el genocidio de pueblos vecinos, se anima a la ocupación de nuevas tierras; todo lo cual se justifica moralmente mediante la evidencia de la superioridad racial de los ocupantes. Un credo compartido, que se basa nada menos que en la palabra de Dios, que elimina toda razón de censura a lo que ahora los israelíes ejecutan en suelo palestino.

Fue en 1891 cuando cuatrocientas personas firmaron una petición elevada luego al presidente norteamericano Benjamin Harrison para que ejerciera su influencia a fin de que el Imperio Otomano devolviese Palestina a los judíos. Los firmantes eran todos cristianos; todos integrantes de las élites política, periodística, económica y clerical, deseando devolver la tierra prometida al pueblo que perdió su condición de elegido por Dios, pues no supo reconocer en su momento al verdadero Mesías. Aquí cabría llamar la atención sobre una cierta ambigüedad del sionismo cristiano en la motivación de su interés por el retorno del pueblo hebreo a su cuna bíblica, ya que para sus seguidores siempre fue deseable tener la menor cantidad de judíos a su alrededor.

La creación de Israel -ahora hace precisamente setenta años- al margen de la ONU fue resultado del empeño personal de un sionista cristiano, el presidente estadounidense Harry Truman, quien lo logró en contra del criterio de su propio Departamento de Estado y en contra de la potencia colonial de la zona, Gran Bretaña. Tenía que cumplirse la palabra de la Biblia, donde estaba escrito que los judíos debían estar en Israel.

El sionismo cristiano es parte constitutiva de la concepción teológica de la historia. Dentro de esta concepción, el Estado de Israel es un esqueje de nuestra civilización occidental, moderna e ilustrada, injertado en medio de un entorno islamofascista, la única democracia consolidada de la región según la aparente percepción de los líderes del antaño autoproclamado "mundo libre". Como advierte el profesor libanés G. Corm: "A pesar de la vitalidad del pensamiento crítico, moral, ético y político tanto en Europa como en Estados Unidos, el mundo de los responsables políticos a ambos lados del Atlántico parece afectado de autismo, tanto más narcisista y arrogante cuanto que el pensamiento está aquí afectado de anemia y de entropía, lo que engendra esta retórica a la vez vacía, obsesiva y agresiva. Por ello la paz del mundo nunca ha sido de nuevo más frágil". Que se lo digan a los palestinos si no.

Con las decisiones del presidente Trump se ha dado un paso más en la senda histórica de irracionalidad aquí expuesta. Ahora el sionismo cristiano tiene su Mesías posmoderno, un magnate de la globalización económica que en su fulgurante carrera política utiliza como combustible los más añejos prejuicios tribales. Los designios del Señor son siempre inescrutables.

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