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Ayer me llamó mi amigo Antoni Putin, el joven espía ruso con plaza en Cádiz, para contarme sus últimas aventuras. Al parecer, el agente secreto tuvo que irse a Barcelona la tarde del día 30 de septiembre para informar a Moscú sobre el inminente referéndum catalán. Esa misma noche, al pasear por las ramblas, con vestimenta más bien veraniega (en camiseta), notó algo de frío en la cabeza y se puso el tradicional gorro ruso. De esa guisa se topó con Jordi Sánchez, el carismático líder de la ANC, quien le exigió identificarse. Y contestó sin pestañear: "Soy Antoni Putin, espía ruso para servirle a Dios y a usted",
Sánchez entendió que se trataba de uno de los agentes secretos rusos que hackean o tergiversan datos a favor del procés, e inmediatamente se lo llevó al Palacio de la Generalidad, donde se encontraban reunidos los consellers, Rull, Turull y Ponsatí, con los dirigentes de la CUP (en camiseta, por supuesto), Arrufat, Reguant y Vehí, el monje de Montserrat, D´Assis, y el obispo de Solsona, monseñor reverendísimo Xavier Novell. Estos dos últimos entonaban a media voz, pero emocionados, el famoso Virolai a la Virgen de Montserrat como plegaria por el independentismo. Curiosamente, nuestro espía observó que, más tarde, Jordi se confesó con el prelado de la ciudad ilerdense en castellano porque "en catalán no puede haber pecados".
El caso es que al llegar al Palau, Sanchez, tras pedir disculpas por llamarse Sánchez, presentó a Putin, y el muy honorable Puigdemont preguntó al espía, en castellano, cuál era su especialidad. Antoni respondió, en perfecto catalán, que acababa de aprobar un módulo de FP sobre La contabilidad en general y sus efectos colaterales. Todos los reunidos se miraron alborozados y, de manera colegiada, le encargaron el recuento en catalán de los votos del referéndum, así como la contabilidad de cualquier suceso que afectara al procés, prometiéndole incluso alguna prebenda. Putin, siempre algo corto de tesorería, aceptó al instante y les adelantó los resultados, porque en Rusia se saben el día antes de las votaciones.
Durante la jornada del referéndum del 1-O, se produjeron algunos incidentes que Antoni contabilizó a su antojo, multiplicándolos, y sobre todo, se fue inventando heridos por doquier: un niño que se raspó la rodilla jugando al fútbol con un equipo alevín del Barça pasó de inmediato a ser una víctima de la violencia de las fuerzas de ocupación. En total, cerca de mil heridos y casi un muertito.
La fama de Antoni como excelso contable cruzó la plaza de San Jaime y la alcaldesa Colau, con su aspecto de feliz cocinera de la guardería infantil del propio Ayuntamiento de Barcelona, lo contrató para que se ocupara de calcular el número de personas que, con seguridad, se iban a manifestar las semanas siguientes por la Diagonal o por Paseo de Gracia, con la advertencia de que cinco nacionalistas catalanes valen por diez personas y que cinco españoles normales no cuentan ni por dos Jordis. Putin tomó nota y aleccionó a la guardia urbana para que siempre le pasaran sus primeras estimaciones con algunas fotos, y luego el espía, según los colores y las franjas (o estrellas) de las banderas, aplicaba la proporción Colau para cocinar el resultado apetecido por la superioridad autóctona.
Un domingo, Antoni se fue con Anna Gabriel (portavoz de la CUP) al Parque de Atracciones del Tibidabo y, al caer la tarde, la política antisistema, le regaló una de las dos camisetas que llevaba puestas. La exterior: negra, reivindicativa y con cierto olor a "humanidad".
Por último, Antoni me mandó el informe que ha remitido a Moscú:
"Estimado Coronel Nilokonozko:
Octubre: sin novedad en España salvo algunas cositas de Cataluña.
Adjunto anexo sobre esta región que abarca hasta el 15 de noviembre.
Anexo: En Barcelona me han descubierto como espía ruso y he tenido que inventarme los resultados del referéndum de aquí con más "síes" que votantes. También he manipulado toda la información sobre los presuntos heridos del día de las votaciones y, por supuesto, los números de los manifestantes callejeros al gusto de la Colau, que quiere invitarme a comer un día en la guardería infantil del ayuntamiento.
Convocadas elecciones autonómicas, los componentes del antiguo Govern se han ido de vacaciones. Unos, a Estremera y Alcalá Meco, en régimen interno y con gratuita pensión completa, y otros a Bruselas, como turistas por libre, y parecen tan felices que no quieren volver de Bélgica.
Ninguna autoridad ha retribuido mis servicios a pesar de unas iniciales promesas. Solo Anna Gabriel (dirigente de un partido antisistema) me ha regalado una de sus originales camisetas que, por razones muy particulares y con su permiso, he tirado a la basura.
Siempre a sus órdenes, agente A. Putin".
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