Díaz rechaza la oferta de Podemos para compartir listas en el Senado
La presidenta de la Junta carga contra la coalición de izquierdas el mismo día que Maíllo y Rodríguez bendicen su alianza electoral.
Día de encuentros y desencuentros en el Parlamento. Encuentro el de Podemos e Izquierda Unida, que ayer vieron como sus bases apoyaban mayoritariamente su apuesta por ir con el partido morado a las elecciones del 26 de junio. Desencuentro el de Susana Díaz con casi todos. Con su contrincante secular, el PP, a cuenta de la corrupción; y con su nueva némesis, Podemos, que en su afán de confluir ha propuesto -provincia por provincia- a los socialistas que concurran en una misma lista en las candidaturas al Senado para evitar una nueva mayoría absoluta del PP.
Ya lo había anunciado Pablo Iglesias. Las redes sociales del partido morado llevaban días publicando un mapa de España teñido de azul oscuro -el color de un hipotético tripartito PSOE-Podemos-IU- y que arrinconaba el azul claro de los populares hasta dejarlos sin el control de la Cámara Baja. "No, gracias", dijo Pedro Sánchez. Y Díaz quiso llevar más allá el rechazo de su jefe. "¿No somos la casta?¿No somos el cortijo?", espetó la presidenta de la Junta a Teresa Rodríguez mientras esgrimía las cartas que han recibido los socialistas en sus sedes provinciales con la oferta de Podemos. No habrá macroconfluencia, a no ser que el presidente valenciano, Ximo Puig -el único hombre fuerte del PSOE que está por la labor del pacto- sea capaz de evitarlo.
Una vez más, se hizo patente la escasa conexión que hay entre Díaz y Rodríguez, a quien la dirigente socialista acusó de falta de rigor y de querer "enfangar" al resto de partidos. Tampoco hay sintonía entre la presidenta de la Junta y Antonio Maíllo, que inauguró la sesión de control con una pregunta sobre precariedad laboral. El líder de IU no pudo evitar llevarse el primer rapapolvo para la flamante confluencia. "Lo noto a gusto y contento", le dijo Díaz con sorna para después aludir al navideño anuncio del turrón: "ustedes son como los antiguos compañeros de las juventudes comunistas que vuelven, pero por elecciones".
Les iba a resultar difícil a los dos partidos de izquierda quitarse la vitola de protagonistas del día. Lo comenzaron con una especie de encuentro fortuito en los pasillos del antiguo hospital de las Cinco Llagas. Teresa Rodríguez, bandera andaluza en mano, se cruzó con Antonio Maíllo camino de la puerta del salón de plenos para alegría de los reporteros gráficos. "La expectación es señal de que lo hacemos bien", aseguró el coordinador de IU para después anunciar que las bases de la federación habían apoyado el acuerdo. Entonces hablaron de "la esperanza de ser una alternativa al PP", de "generosidad y altura política" y de "cambio de agujas del tren de la austeridad", esto último cosecha propia de la dirigente del partido morado.
Detrás de la nube de cámaras y parlamentarios de izquierdas pasó desapercibido el que después sería protagonista del enfrentamiento más crudo del mediodía. Juan Manuel Moreno tenía preparada una pregunta sobre las carencias de la administración de justicia con alguna que otra alusión al consejero Emilio de Llera, sobre el que todavía planeaba un riesgo de reprobación que después se convirtió en certeza. Y así comenzó el clásico rifirrafe entre socialistas y populares a cuenta de la corrupción.
Díaz embistió con la Gürtel y los ordenadores rotos de la calle Génova. Moreno se sintió ofendido y pidió la palabra al presidente de la Cámara, Juan Pablo Durán, para defenderse de un "infundio" vertido sobre su persona. Con reticencia castiza -"con to y con eso, dijo Durán"- el político cordobés le dio un minuto al líder del PP, que contraatacó con los cursos de formación y encendió a la presidenta cuando le pidió que revelase un expediente donde supuestamente está su marido, José María Moriche. "Yo no aparezco en ninguna lista de personas que han recibido sobresueldos y en política, al final, todo se sabe", sentenció Díaz después de interrumpir a Durán, que le pedía celeridad. Y así cerró su respuesta antes de dejar a Mario Jiménez realizar la plácida pregunta que sólo puede hacer un compañero de filas.
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