El parqué
Jaime Sicilia
Jornada de caídas
Perfil
"Hola, soy Manuel Rodríguez de Castro". El periodista que está al otro lado del teléfono da un respingo en la silla porque su interlocutor ha sido uno de los personajes sobre los que más se ha escrito y hablado en los últimos 15 años en Cádiz. De esto hace apenas año y medio. Ahora es Manolo, muy lejos del don Manuel que exigía a sus empleados que le llamaran y con el que recorría con altanería las instalaciones de la Zona Franca de Cádiz a finales del siglo XX cuando estaba en la cresta de la ola.
El día de esa pequeña conversación telefónica, Manolo está acorralado porque el Caso Rilco le ha señalado como el principal culpable y la última bala que tenía en el Supremo también ha errado el tiro. Tiene que ingresar en prisión pero él dice que todavía le queda por pelear en la vía judicial para eludir los ocho años de prisión a los que ha sido condenado. Cuando habla con el periodista, éste desconoce que horas antes se ha dictado una orden de busca y captura internacional contra su persona.
Manolo está acorralado y también resentido porque se siente abandonado por el que había sido siempre su partido, el PP, y está molesto por el arrope que ha tenido esta formación con su sucesor, Miguel Osuna, también inmerso en algunos casos judiciales, aunque en el caso concreto de Rilco salió indemne de las acusaciones. Manolo sólo quiere que se publique un comunicado que envía a través de una dirección de correo electrónico a la que no se le puede seguir el rastro y que aparentemente lo sitúa en Montenegro, y se une a otros que ha redactado anteriormente en el que empieza a deslizar que está dispuesto a tirar de la manta, y donde hace una defensa a ultranza de Rodrigo Rato y del abandono que, a su juicio, ha hecho también el Partido Popular hacia el ex ministro. Ataca a Teófila Martínez y a varios de los dirigentes populares de la provincia. Sin embargo, esto no fue siempre así…
Antes de llegar a ser don Manuel en 1996, una persona pasa desapercibida en el salón de plenos del Ayuntamiento de Cádiz en junio de 1995. Es testigo de un día histórico en la capital gaditana porque después de 16 años acaba el reinado del socialista Carlos Díaz y se inicia el de la popular Teófila Martínez. Justo al lado de los padres de la que en ese momento está recibiendo el bastón de mando de la ciudad aparece Manuel Rodríguez de Castro, hasta ese momento un simple asesor de algunos diputados en el Congreso, del Partido Popular y que viene de la mano de su gran mentor Rodrigo Rato.
Pocos meses después llega José María Aznar a La Moncloa y los nombramientos en cascada que hay con todo cambio de Gobierno alcanzan a este sevillano de nacimiento, que llega a la Zona Franca con una mentalidad de empresario puro y duro muy lejana de los perfiles que hasta ese momento habían ocupado su cargo.
Dotado de una grandísima oratoria, tiene un gusto excesivo por la aparencia. A ese mismo periodista con el que habló casi dos décadas después y que en ese momento estaba iniciando su carrera, lo recibió en su despacho para hacer una entrevista y lo primero que recuerda es que el personaje imponía. Era don Manuel en su estado puro, muy lejos del Manolo que se sentó en el banquillo de los acusados en la Audiencia Provincial en el mes de mayo de 2013.
En aquel despacho de la Zona Franca llamaba la atención su aspecto inmaculado, sus cuellos de camisa, los gemelos en los puños y, por supuesto sus tirantes, que dejaba enseñar sin problemas cuando se quitaba la chaqueta y encendía un puro para charlar de manera relajada con el periodista. De aquella conversación sale a relucir la historia que él mismo se construyó de que era una persona que había salido de la nada, que había tenido en sus tiempos muchos apuros económicos y que en su día, en un alarde de hacer más triste el relato, decía que había comido durante mucho tiempo pipas y bocatas para alimentarse.
Pero don Manuel venía dispuesto a cambiar la Zona Franca y ya habla de que hay que expandirse, que aquello no puede continuar como hasta ahora y que con los cambios normativos, ahora se permite una actividad inmobiliaria, se abría una nueva era. Y desde luego sí que se empeñó en llevar a cabo esa expansión, de manera que algunos de los edificios que hoy se pueden ver, como el Glorieta, salieron de aquella época.
También decide poner en marcha un portal de comercio electrónico con Iberoamérica, llamado Rilco, que finalmente va a convertirse en su tumba porque las irregularidades en esta sociedad son las que le van a llevar a dar con sus huesos en la cárcel. El concurso y la empresa que se hizo con el desarrollo del portal, Miami Free Zone, que tenía ciertas conexiones con Rodríguez de Castro, lleva el tema finalmente a que haya una denuncia judicial y que fuera finalmente condenado a ocho años de prisión por diversos delitos, entre ellos los de prevaricación y malversación.
Pero a la vez que se desarrolla esa actividad, los empleados murmuran porque ven cosas llamativas. Que si un peluquero acude a su despacho a recortarle el pelo o incluso le hacen las uñas, que si cuando va de viaje reserva el asiento contiguo en el avión para que nadie se siente a su lado, que si en otra ocasión pide un coche a pie de pista de aterrizaje o que debe recibir tratamiento de jefe de Estado. Él siempre ha negado eso pero incluso algunos de sus correligionarios ven que el personaje se está yendo de las manos.
En el año 2000 el asunto estalla cuando hay denuncias porque hay más de 500.000 euros en gastos que no ha justificado y otros que son de dudosa legitimación, como arreglos en sus domicilio de electrodomésticos que se cargan a la Zona Franca o incluso la reparación de su propio reloj, de marca Rolex, como no podía ser menos.
Después de semanas de presión, don Manuel deja de serlo y pasa a convertirse en leyenda porque desaparece de la faz de la tierra. Sus andanzas empiezan a ser como la historias de los fantasmas, ya que todo el mundo dice haberlo visto alguna vez. Se sabe que anda por Panamá y por México, en este país trabajando para empresas del clan de los poderosos Salinas de Gortari. Sin embargo, nadie puede dar con él hasta que recibe una llamada de Diario de Cádiz en 2004, que consigue su número porque curiosamente estaba en Internet. Esta vez la conversación entre el periodista y el ex delegado de la Zona Franca va en sentido contrario y el que tuvo que dar un respingo en el asiento tuvo que ser Rodríguez de Castro. Sólo repite que está seguro de su inocencia y que se demostrará en los tribunales. No quiere dar pistas de su paradero, pero en ese momento no está ni en México, ni Panamá ni nada de eso, está en un sitio como Pozuelo de Alarcón en Madrid, donde posee una empresa, Iberian Reits, dedicada a inversiones y por la que también ha tenido que responder ante la Justicia a raíz de denuncias de Hacienda por evasión de capitales.
Rodríguez de Castro no regresará a Cádiz hasta años después, cuando tiene que declarar ante el juez como imputado en el caso Rilco. Había apuestas de todos los tipos; que si no iba a acudir, que si lo hacía se iba a esconder… Nada de eso, al ex delegado siempre le han gustado los focos aunque sea a las duras, y no dudó en escenificar y hacer uso de la oratoria antes citada para defender una inocencia que en el caso judicial cada vez se ponía más en duda.
En el juicio que comenzó en 2013, en su intervención volvió a ser el don Manuel que parecía que estaba enterrado. Tuvo un tono chulesco en su declaración que hizo de pie, haciendo recordar al tribunal sus tiempos de disciplina cuando formó parte de la Legión, y estuvo especialmente tenso con el fiscal y con el abogado del Estado. Rodríguez de Castro quiso hacer ver que era víctima de un contubernio contra su persona y que habían falsificado todo tipo de papeles para acusarlo de algo que no había hecho. El hombre que dominaba el escenario a la perfección se pasó de rosca y perdió una gran oportunidad para explicar su versión de los hechos. Su declaración distó de la minuciosidad y mayor humildad de Miguel Osuna.
Días después de acabar el juicio, el mismo periodista recibe a las cuatro de la mañana un mensaje vía sms en el que el hombre que lleva mucho tiempo sin hablar públicamente, accede para conceder una entrevista que tiene lugar días después en el Hotel Playa Victoria durante varias horas. Vuelve a ser Manolo, ya no impone y trata de explicar ahora lo que no quiso ante el tribunal y trata de derribar muchos mitos en torno a su persona. Terriblemente expresivo, se encuentra derrotado y confiesa estar "más tieso que una mojama".
Le quedan pocos días para ser condenado, unos meses más para perder todos los litigios judiciales, para que se le ponga la orden de busca y captura internacional , para hacer esa llamada en la que amenaza tirar de la manta y, finalmente, algún año para ser capturado por fin en México. Don Manuel entrará próximamente en la cárcel como Manolo.
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